Renovemos la política, actitud de servicio

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Por Inés Quinteros

03 April 2018

Regresamos energizados y fortalecidos espiritualmente del merecido descanso de la Semana Santa, y ahora viene una etapa trascendental para nuestro país, como es la elección de los candidatos a Presidente de la República.

Si algo de positivo ha traído la crisis nacional actual económica, de valores y seguridad, es que ha obligado a la sociedad a abrir los ojos y darse cuenta de la mediocridad e incapacidad en la clase política para resolver los problemas más apremiantes. Nos ha tocado vivir unos momentos duros y difíciles, como corresponde a toda época de cambios profundos. Pero con fe, al final se visualiza una luz, ha llegado la hora de integrar la conciencia y la espiritualidad en la política, y que los grupos y personas conscientes se integren en la política, en la gestión de la vida en común, buscando la armonía, la justicia y la paz.

Se trata de aunar el arte de vivir (espiritualidad) con el arte de convivir (política), por lo cual necesitamos de los candidatos un claro mensaje de pacifismo y no de violencia. Mucho se habla en el mundo moderno de calidad de vida, tanto que los mismos sistemas empresariales, gubernamentales y de educación se miden desde las políticas de calidad y bajo estos parámetros se diseñan las estrategias y alternativas de progreso y avance.

Hoy en día, nos sentimos perdidos, atrapados por el miedo, ante la avalancha de situaciones que nos abruman. Y el problema es que la política formal ha perdido el timón del mando de lo público, al tiempo que se ha roto el frágil equilibrio entre el poder político y el poder económico. Sin embargo, hay una nueva oportunidad para que la política proyecte sentido al horizonte colectivo, y esto solo será posible si la ciudadanía asume el relevo con responsabilidad. Lo que hunde en el descrédito a la política es la doble moral, el abismo entre lo que se dice en público y lo que se hace en la vida privada.

Los ciudadanos debemos tomar conciencia de que no solo basta el votar y dejar el mando en manos de los políticos. Es preciso participar en las decisiones, haciendo más participativa la democracia representativa. El espíritu de la política solo podrá recuperarse con una actitud más espiritual, moral y responsable.

Nos encontramos en un lento despertar de la conciencia, percatándonos de que somos nosotros mismos los responsables de las situaciones adversas que contemplamos. Que el Gobierno somos todos y que no hemos sabido gestionarnos ni hacernos escuchar, que tenemos la posibilidad de decir; ¡Basta! y que estamos empezando a hacernos responsables del hecho de que nosotros tenemos el poder.

No se trata de crear una vía no partidista ni abandonar la democracia representativa, de algo nuevo que obvie los logros alcanzados en la democracia que estamos construyendo, sino de formar un movimiento integrador del “nosotros”, que incluya las verdades de la izquierda y de la derecha. El mayor freno es la división salvaje entre izquierdas y derechas (sin mesianismos).

Es el momento de reflexionar, de reivindicar nuestra espiritualidad. No dejar que quienes lo han hecho mal en economía y en política, lo sigan haciendo.

Para poder servir desde el ámbito de la política es imprescindible un cierto desarrollo del ser; la vocación de servicio ha de emanar de un corazón amoroso y de una mente inteligente, ya que la ambición personal está reñida con el servicio a la ciudadanía.

A medida que el ser humano va trascendiendo su naturaleza egoísta, se va capacitando para ocupar puestos de servicio público. No es importante el color de un candidato político, sino su nivel de ser, de su nivel espiritual.

Columnista de El Diario de Hoy.

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