“10 Tortillas” y el “Come-Niño”

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Por Elizabeth Castro

27 March 2018

Contrario a mi persona, que a los 25 todavía le pedían ID en los bares para comprobar su edad, Andy Salamanca aparentaba ser mayor. Quizás por su altura (1.90), también por sus facciones (amplia frente, expresivos ojos, sonrisa tímida). Cuerpo de hombre, alma de niño, apellido como de presidente; hasta el otro año sacaría su DUI.

Eso sí, para suplir su cuerpo de los carbohidratos que al día siguiente quemaría en el velódromo, era un niño barril sin fondo. Después del entreno largo de todos los sábados, alguien le preguntó: “Andy, vos has de ser bueno pal forro, ¿cuántas tortillas por tiempo te comés?”. “Si hay sopa, 10”, respondió de lo más natural, fuente de carcajadas y, desde ese día, “10 Tortillas” le quedó. Algunos le decían “Mica de Avión”.

Yo le decía “Turbina de Avión”. Las 2 ruedas eran su pasión; verlo en el velódromo, vuelta y vuelta, como rata de Pavlov, provocaba tortícolis. ¡Qué zancadas pegaba con sus 2 pistones extra large! Pedalear junto a él, durante los entrenos de madrugada de La Academia (grupo de ciclistas, en mejora continua, que nació a la par de la tienda Eurobikes), mejoró el desempeño de muchos.

“Cierre las patas”, me aconsejaba. “Bote velocidades, de nada le sirve andar tan encebollado”, me regañaba. “Cadencia, cadencia”, predicaba.

Es que el que sabe, sabe, y de ciclismo Andy sí que sabía; enfocado en, “a como dé lugar”, convertir su sueño en realidad: conquistar el oro para El Salvador en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, este año en Barranquilla (Julio 19 – Agosto 3).

Cólera, indignación, dolor profundo, frustración, depresión, sentimientos encontrados en la comunidad de ciclistas salvadoreños, cuando, el 13 de febrero nos enteramos de que el sueño de cuerpo de hombre, alma de niño, se desplomó al caerle 3 plomazos, recién concluido su entreno en el velódromo.

Esta tragedia, una más de la masacre que estamos sufriendo, también enlutó al ciclismo nacional, dos semanas después del atropello de Rolando López alias “el Come-Niño tecleño”, embestido por un cafre al volante cuando bajaba Los Chorros, rumbo a su competencia dominical. A sus 48 abriles, no había cipote que le aguantara, sobre todo en escalada. Así lo comprobó al formar parte del pelotón de avanzada, primero en llegar a Esquipulas el 20 de enero pasado.

Para rendirle tributo al “Come-Niño” y suplicar respeto a las 2 ruedas por parte de las 4 o más ruedas, se llevó a cabo una pedaleada urbana, una semana después del atropello fatal. Al terminar, los más allegados a la víctima levantaron una especie de altar, empotrando, en el lugar de su muerte, la fuente de felicidad del “Come-Niño”. Al día siguiente ya se la habían robado. “Welcome to El Salvador, the world’s murder capital”, anuncia, en inglés pateado, la lorita Pepita.

¿Será posible lograr el respeto vial? No lo creo. El conductor salvadoreño siempre anda a la carrera; se cree amo y señor de la vía pública; pita “la Vieja” y mienta “la Madre”; no cede el paso; mete la chancleta; desprecia el reglamento de tránsito; atropella ciclistas.

Este escritor ciclista estuvo cerca de pasar a mejor vida cuando uno de los animales arriba descrito, en el 2011, me mandó a volar en el redondel Orden de Malta. En vez de dejarme pasar, invade mi carril, choca con mi llanta trasera, aterrizo de espaldas en la cuneta y, a la par de mi oído derecho, destripa mi fuente de felicidad, continuando su marcha a 100 en zona de 40. ¡Menos mal no trituró mis huesos!

Se complica el panorama por el aumento de la muerte sin piedad y la invasión vehicular. Hace un año podíamos rodar, sin carros en la nuca, hasta tipo 6:15 am; ahora andamos “culío” desde las 5:30. Ni modo, toca levantarse antes que el gallo.

Qué desgracia que, en El Salvador, ni rodar en paz se puede. Ni modo, toca tomar las precauciones del caso y pedirle a “10 Tortillas” y al “Come-Niño” que nos protejan, pues de rodar dejaremos hasta que la muerte, de nuestra felicidad nos separe.

“I want to ride my bicyyyyyycle, I want to ride my bike”, se escucha a todo galillo, e inglés pateado, desde el patiecillo.

Columnista de El Diario de Hoy

calinalfaro@gmail.com