¿Guerra comercial internacional?

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Por Elizabeth Castro

24 March 2018

Estamos muy a las vísperas de ver una destructiva guerra comercial a escala mundial. Esto se debe a que Estados Unidos ha impuesto aranceles del 25% sobre el acero y del 10 % sobre el aluminio. Tanto el hecho mismo como la manera en que se está ejecutando perjudicarán la economía de EE. UU. y repercutirán en la economía global.

Las medidas de Trump representan perfectamente el sinsentido del proteccionismo. Trump quiere proteger a dos industrias y al mismo tiempo perjudicarán a China por su “sobreproducción” —y porque EE. UU. tiene un déficit comercial con ese país. La industria del acero, sin embargo, emplea en EE. UU. a unos 140,000 trabajadores, mientras que las industrias que usan acero emplean a unos 6.5 millones. Los costos para estas empresas (y para los consumidores) se elevarán y, sin duda, resultarán en una pérdida de empleos. Cuando el presidente George W. Bush impuso aranceles temporales sobre el acero, por ejemplo, se estimó una pérdida de hasta 200,000 empleos.

A diferencia de Bush, sin embargo, Trump cree firmemente en el proteccionismo y no hay ninguna indicación de que estas medidas representen una táctica negociadora de carácter temporal. Pero los efectos serán dañinos de igual forma. Por ejemplo, la industria automotriz estadounidense, que consume acero intensivamente, tendrá que subir los precios y estará en desventaja respecto a la competencia internacional.

La historia es más grave ahora porque Trump promulga estas barreras comerciales en nombre de la seguridad nacional. Es legal recurrir a esa justificación bajo las reglas del comercio internacional. Pero en toda la historia de la Organización Mundial del Comercio (OMC), ningún país lo ha hecho. Probablemente esto se debe a que es difícil convencer a otras naciones de aceptar un razonamiento de este tipo sin que ellas empiecen a hacer lo mismo.

La justificación de Trump no es creíble y no tardará mucho para que otros países recurran a los mismos argumentos en represalia. China ni siquiera está entre los 10 países que más exportan acero a EE. UU. De hecho, la mayoría de las importaciones estadounidenses de acero proviene de aliados como Canadá y Corea del Sur. El resto del mundo no ha tardado mucho en reaccionar. La Unión Europea y Canadá ya anunciaron que impondrán represalias. Sería ingenuo pensar que China no responderá con sus propios aranceles.

Estamos, pues, ante la posibilidad de una guerra comercial internacional. China podría castigar a la agricultura y servicios financieros estadounidenses, comprar aeronaves de Europa en vez de las de EE. UU. y vender algo de los US$1.3 billones de bonos estadounidenses que tiene. Europa podría proteger a sus empresas de tecnología de la competencia de Amazon y Google. Las condiciones están dadas para que las empresas que siempre buscan protección a costo de los demás tengan mayor peso político.

Peor aún es el hecho de que los países cada vez más justificarán el proteccionismo en nombre de la seguridad nacional. Ya que no se contemplan remedios para ello dentro de la OMC, eso debilitará seriamente el sistema comercial global que tanta prosperidad ha producido.

El tratado de libre comercio entre Canadá, México y EE. UU. morirá y pondrá en peligro a la misma OMC. Estamos por ver qué tan equivocado está Trump al declarar que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”.

Director del Centro para la Libertad y la

Prosperidad Global del Cato Institute