La ideología sobre el mérito: lecciones de Dan Carlin

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Por Elizabeth Castro

21 March 2018

¿Es posible comparar a dos ejércitos que existieron en momentos diferentes de la historia y determinar cuál es el más capaz? Recientemente, el historiador y periodista Dan Carlin se dio a esa tarea. En octubre de 2017, el autor del popular podcast Hardcore History lanzó a su audiencia la pregunta sobre qué armada es mejor: la Imperial de la Alemania de la Primera Guerra Mundial, o la de la Alemania Nazi.

Antes de iniciar su argumentación, el autor reconoce que esta comparación resulta un tanto injusta, pues desde el siglo XIX la tecnología militar se convirtió en un factor tan importante como la destreza y el liderazgo en el terreno. Por tanto, una diferencia tecnológica de más de dos décadas entre ambos resulta abismal.

Habiendo descartado este punto, Carlin inicia su contraste. Su primer punto es que ambas armadas probaron ser excepcionalmente fuertes en combate, mostrando disciplina, obediencia, eficiencia táctica y coordinación entre diferentes ramas. Estas características, indica, han sido utilizadas para describir ejércitos alemanes desde los tiempos de Federico el Grande, en la segunda mitad del siglo XVIII. Sin embargo, Carlin traza la gran diferencia en el balance entre mérito e ideología.

Cuenta el historiador que si bien la Alemania Imperial estaba cargada de nepotismo y muchos combatientes gozaban de títulos nobiliarios, las decisiones las tomaban genios militares de larga data. De tal manera que pudieron sobrevivir más de cuatro años de combate en dos frentes significativos y hasta el final, una posible victoria no se podía descartar.

En la Alemania Nazi, por el contrario, muchos cargos se delegaron por afinidad política y no mérito o competencia. “Una vez que la ideología sobrepasa al mérito y la experiencia técnica (...) se empieza a ver el impacto de gente incompetente en el sistema”, añade. Según Carlin, una de las razones de la derrota de la Wehrmacht no residió en su capacidad, sino en el liderazgo que tomó algunas decisiones con parámetros políticos, no estratégicos.

¿Por qué traigo este punto a colación? Más allá de ser un ejercicio interesantísimo de comparación histórica y una agradable hora de divagación, hay lecciones importantes en las palabras del autor de este podcast. Y es que, según él, el triunfo de la ideología sobre el mérito es el inicio de la degradación de cualquier sistema.

Hace unos días, el presidente Sánchez Cerén nos dio una probadita del fenómeno que identifica Dan Carlin. Ante una debacle electoral significativa del partido oficial, el mandatario anunció cambios en el gabinete, los cuales generaron esperanza en la población que quiere ver soluciones a sus problemas más apremiantes: inseguridad y falta de prosperidad.

Dos semanas después de su anuncio inicial, cuando hizo públicas las modificaciones, éstas sonaron mucho al Gatopardo de Lampedusa: cambiar para que todo siga igual. Lejos de repensar grandes líneas estratégicas y refrescar las instituciones con nuevos liderazgos, propuso un mero reciclaje de funcionarios.

Y no sé si podíamos esperar algo diferente. Por décadas, las líneas entre funcionarios de partido y funcionarios de gobierno han sido muy difusas. Por ello, muchos tomadores de decisiones ascienden a sus cargos por lealtad, cercanía ideológica y adulación, y no por notoria competencia.

Hay en el país profesionales de altísima calidad en todas las ramas y además, gente cuya probidad y ética es digna de la mayor admiración. Y muchos de ellos laboran en el servicio público. Sin embargo, si estos responden a activistas partidarios o sobalevas, poco impacto podrán tener.

Este triunfo de la ideología sobre el mérito es el principal enemigo del desarrollo y ha estado presente en todas las administraciones. Mientras no superemos esto, podemos aspirar a un par de golpes de suerte en políticas públicas, mas no a solucionar de forma sostenible los grandes retos del país. Por eso, de cara a 2019, no solo pensemos a quién queremos de presidente. Esto resultará irrelevante si lo que cambia solo es el apellido del gobernante, mas no la práctica de poner sus amiguitos —aun si son incompetentes— a cargo de decisiones fundamentales.

De toda esta historia, tristemente la gran ganadora fue la estabilidad laboral de gente que no dio resultados.

Columnista de El Diario de Hoy.

@docAvelar