¿Abstenciones y votos nulos equivalen a apoyar a Nayib?

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Por Elizabeth Castro

19 March 2018

Merece un análisis particular el hecho de que los votos nulos y las abstenciones, tomados en conjunto, aumentaron más de un ciento por ciento en estas pasadas elecciones. Expresado numéricamente, el total de la abstenciones y votos nulos registrados en las elecciones de 2015 fue de 90,454, pero para 2018 subieron a 226,360.

El alcalde Nayib Bukele, en sus alocuciones públicas, así como en sus cuentas en redes sociales, sugirió anular el voto o abstenerse de votar.

Muchos nos opusimos a esa campaña, ya que se atentaba contra la esencia misma de la democracia y, a su vez, minaba las bases del sentido de vivir en una República, ya que buscaba que el ciudadano renunciase al sagrado derecho de elegir a sus gobernantes. Resulta paradójico que el llamado a “no votar” proviniese de un funcionario que había resultado electo, precisamente, por el voto popular.

El problema es que llamar a anular el voto, para con ello lograr “anular” las elecciones, constituye, en sí mismo, un sinsentido. La ley establece que cuando en una votación existe un porcentaje superior al 50 % de votos nulos, la elección se debe repetir. Ese era el “target” de la campaña: una protesta ciudadana, que tenía la intención de lograr que se repitieran las elecciones, como un “castigo a los malos políticos”.

Lo que nunca se le explicó a la ciudadanía es que, si las elecciones se repetían, volverían a participar los mismos candidatos; entonces ¿qué se hubiera ganado? Pues nada práctico, únicamente hacer perder dinero y tiempo a miles de ciudadanos que cuidaron urnas y participaron activamente en las votaciones. Por otro lado, esta elección legislativa nos costó a los salvadoreños alrededor de $38 millones; hacer una nueva nos hubiera costado el doble, dinero que se hubiera utilizado para pagar salarios de maestros, policías, reconstrucciones de escuelas y caminos rurales, medicamentos en hospitales y un largo etcétera de sensibles necesidades de nuestra población.

En diversas cuentas de redes sociales se ha mencionado que “los votos nulos y abstenciones se convirtieron en la tercera fuerza política del país”, implicando con ello que ante el surgimiento de un hipotético nuevo partido político (“Nuevas Ideas”), el caudal completo de votos nulos automáticamente pasaría a favorecerlo. Dicho análisis, además de simplista, es incorrecto.

Los votos nulos y las abstenciones, históricamente, han estado presentes en las elecciones salvadoreñas. Antes de la existencia misma de esa campaña, en las elecciones de 2015, su número ya era importante: 90,454, superior a los que obtuvo el PDC en ese mismo año (56,352), lo cual implica que ya estaba presente para esa época el rechazo a la forma tradicional de hacer política y el reconocimiento de que los electores salvadoreños estaban entrando ya en una fase de hartazgo.

Entonces, lo que “disparó” la opción de anular o abstenerse en estas votaciones no fue la campaña del alcalde, sino el rechazo que expresaron los “votos duros” —mayoritariamente del Frente— cansados con la situación del país. Curiosamente, dichas preferencias electorales no “migraron a la derecha”, sino que simplemente minaron la base electoral del partido de izquierda y erosionaron su caudal de votos de tal forma que acabó beneficiando al resto de partidos en contienda. Para el bloque de derecha, su aumento en número de diputados fue el equivalente a haber ganado un partido de fútbol por autogol: ganado no por méritos propios, sino por la pura incapacidad del contrincante.

Por lo anterior, considero que algunos analistas han sobredimensionado la incidencia del llamado del alcalde en los resultados electorales. Su campaña, más que un intento de castigo a los “malos políticos”, estuvo enmarcada en un programa de marketing que intentaba hacer visible su plataforma de “Nuevas Ideas”, y a la vez, hacer creer que ésta es viable, bajo el supuesto de que los votos nulos y las abstenciones eran en realidad un apoyo a su proyecto político. Esto no deja de ser un análisis oportunista de la realidad. Es fácil declararse “ganador” de unas elecciones cuando no se ha participado en ellas.

Abogado, máster en Leyes.

@MaxMojica