El mejor deportista del mundo

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Por Elizabeth Castro

16 March 2018

Ser el mejor del mundo en un deporte no solo es cuestión de ser eficaz, de hacer más goles en menos partidos, o de mantenerse en el número uno del ranking del tenis mundial más tiempo. Se trata de ser mejor persona, integralmente.

Para ser el mejor es necesario contar con nobleza, afán de superación, tesón, honestidad, compañerismo… cualidades que, si se poseen, nunca quedan confinadas en los límites de la disciplina deportiva que se practica. Quien es honesto en la competición lo es en la vida, y viceversa.

Por mencionar un par de nombres, podemos afirmar que es incomparable lo que han hecho con su vida, y lo que representan para muchos, Roger Federer y Diego Armando Maradona. Tanto que no tiene mucho sentido sostener que los dos han sido “el mejor de todos los tiempos” en sus respectivas profesiones ¿Qué le sobra a uno, que al otro a todas luces le falta?

Los deportistas son inspiradores para muchas personas, especialmente niños y adolescentes, y son una referencia que trasciende lo meramente profesional, deportivo. Un jugador modelo es bastante más de lo que hace cuando está compitiendo. Es lo que se dice de él en los programas de comentarios deportivos, lo que se habla y no se habla de su persona en las redes sociales, en los pasillos, en las revistas del corazón, en las entrevistas y declaraciones que realiza, etc.

Hablando de personajes públicos, no creo equivocarme al decir que cualquier padre de familia desearía que su hijo o su hija alcanzaran los éxitos deportivos y la forma de vida de Raúl González Blanco, Paolo Maldini, Nadia Comaneci o Serena Williams… Porque han basado su vida en un conjunto de valores y principios que les han llevado a ser maduros, exitosos, sensatos y felices.

Extendiendo un poco la comparación, ahora que en este país el ambiente político todavía está caldeado por las elecciones pasadas, y las propuestas de los que pretenden correr por la presidencia dentro de un año, pienso que con las salvedades del caso se puede decir lo mismo de los políticos. A saber: que todo lo que hagan dentro y fuera del ojo público depende, en realidad de su valía personal. No se puede ser tramposo y marrullero en la política y al mismo tiempo honesto y decente en la vida privada, y viceversa.

Los políticos son también modelo de vida, especialmente para los jóvenes. Por eso es válido que los padres se pregunten —a la vista de la “oferta” de los personajes que pretenden gobernarnos— ¿me gustaría que mi hijo, mi hija, fuera como tal o cual diputado/a, o postulante a la presidencia? La respuesta, que en el caso de los deportistas parecía más clara, en el caso de nuestros personajes públicos como que se complica considerablemente…

En este aspecto, en el de la integridad de los protagonistas, las cosas de la política no van por caminos muy distintos que las del deporte. Tenemos algunos deportistas/políticos famosos —¿exitosos?— que viven endiosados, mirando para abajo a los simples mortales. Otros que abandonaron sus estudios, o que nunca los emprendieron, y que al encumbrarse a las alturas del poder simplemente se marearon y rodaron por la ladera arrastrando con ellos al país.

También tenemos políticos valiosos, exitosos personal y profesionalmente. Modelos imitables, líderes no tanto por lo que dicen, sino por lo que han hecho con su vida, con su familia, con sus emprendimientos, en beneficio de muchas personas.

En el deporte, como en la política, se puede ser muy bueno en una aspecto concreto, pero para ser el mejor no basta con rendir en la cancha, en la vida pública. Los mejores, los que valen la pena, triunfan en todas las facetas de su vida.

Columnista de El Diario de Hoy.

@carlosmayorare