Sin muros

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Por Elizabeth Castro

16 March 2018

Desayuné frijoles nicaragüenses. Esperé que se aliviara el tráfico tomando un café salvadoreño en una cadena de comida rápida estadounidense. Trabajé en mi computadora fabricada en China. Almorcé carne nicaragüense con arroz gringo.

Durante el día me comunicaba en mi teléfono chino, a través de una red de telecomunicaciones mexicana. Cené dos pupusas hechas con maíz salvadoreño y queso nicaragüense. Terminé el día con un juego de mesa diseñado en Francia, manufacturado en China y comercializado en los Estados Unidos. Perdí.

Silenciosamente convivimos con la globalización y el libre mercado. Pero hay un modelo alternativo: el proteccionismo.

Algunos jóvenes darán esta realidad por sentada. Otros, más viejos, recordamos cómo eran los Ochenta, cuando reinaba la sustitución de importaciones duartista. Acceder a productos extranjeros estaba reservado a una élite que podía comprar en la Cooperativa de la Fuerza Armada. Las uvas y manzanas eran un lujo navideño.

La defensa de la industria nacional la paga el consumidor. Sin presión competitiva extranjera es más probable que el empresario local aumente precios o relaje sus controles de calidad.

De ahí que el mayor beneficiado por la competencia y el libre mercado sea usted, el consumidor. Cuando el gobierno edifica muros ante la competencia extranjera, los beneficiados suelen ser industriales locales.

Pero luego de treinta años de un modelo caracterizado por derribar muros económicos, hoy el mundo está cambiando. Y el giro viene de donde menos se esperaba: los Estados Unidos.

Hace unas semanas el presidente Trump anunció que gravará al acero y aluminio extranjeros con aranceles del 25 % y 10 %, respectivamente. Tuiteó: “Debemos proteger a nuestro país y trabajadores. Nuestra industria del acero está en mal estado”.

El anuncio detonó un efecto dominó. Adentro aparecieron otros empresarios pidiéndole que también protegiera a sus negocios: Elon Musk, presidente de Tesla Motors, le tuiteó a Trump sugiriéndole que además le incrementara los aranceles a los vehículos chinos. Y afuera ya reaccionaron otros países: levantarán sus propios muros arancelarios.

El principal asesor económico de Trump, Gary Cohn, renunció. En el círculo presidencial perdió la batalla frente a los proteccionistas. La tenía difícil. Trump había apostado por el proteccionismo desde su toma de posesión: “Buy american, hire american”, dijo en aquel discurso.

En enero de 2017, tras escuchar esas palabras, escribí: “Es probable que con la bandera proteccionista izada en la Casa Blanca este tipo de iniciativas tomen impulso (en El Salvador)”. En esos días nuestro ministro de Economía había dicho: “He pedido un estudio de aquellos productos que se fabrican aquí, ya sea en zona franca o fuera, para ver los niveles de aranceles o impuestos que se tienen para introducir esos productos. ¿Para qué? Para aumentar esos aranceles”.

Sospechemos cuando nos ofrezcan detener a la competencia extranjera para proteger a la industria nacional. Es probable que se trate de cantos de sirena, y que detrás de ellos exista un lobby intentando convertirnos en su mercado cautivo.

Las principales barreras a la competencia se cocinan en el Estado; y los nuevos tiempos indican que esa situación puede agudizarse. La Superintendencia de Competencia será estratégica ante esta nueva ola. Una de sus tareas es evaluar políticas públicas, identificar en ellas límites a la competencia, y abogar por derribarlos. Si vienen tiempos de proteccionismo, la Superintendencia tendrá más trabajo en esa área.

Ante esta tendencia proteccionista, a usted, consumidor, no le favorece que El Salvador construya nuevos muros. Al contrario, le conviene que se derriben los que aún existen. Reaccionar con más apertura, competencia y libertad será un reto difícil en estos tiempos; pero es lo correcto.

Columnista de

El Diario de Hoy.

@dolmedosanchez