“Yo solo quiero pegar en la radio”, versión diputados

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Por Inés Quinteros

26 February 2018

Cualquiera que estaba en edad de discoteca, o con solo haber tenido acceso a la radio allá por 2003, sabe exactamente qué sigue después del estribillo pegajosísimo de aquella canción del grupo colombiano, Bacilos: “Yo solo quiero pegar en la radio, para ganar mi primer millón”. Lo que desarmaba de la canción, y probablemente lo que la hizo tan inmensamente popular más allá del ritmo y la tonada, era lo desarmante de su letra. El sincerísimo aspiracionalismo de estos cantantes (antes de eso medianamente desconocidos fuera de la región, si dejamos a un lado su primer éxito, Tabaco y Chanel) de querer ganarse su primer millón de dólares, algo tan lejano para tantos de nosotros, era parte de lo que hacía la letra tan simpática.

Dejé de darle seguimiento a las carreras de los Bacilos desde hace mucho, pero no me parecería demasiado extraño que hubieran logrado amasar ese primer millón que tanto querían. Lo que busco resaltar en esta columna es que en la canción detallaban los pasos que darían para ganarse su primer millón, y el primero era, innegablemente, “pegar en la radio”. Es decir, no esperaban que el millón les cayera del cielo, ni buscaban quitárselo a otros: querían merecerlo, ganárselo a brazo partido, produciendo música que fuera lo suficientemente buena como para ser popularizada en las radios de la región y que “pegara”. En este contexto no pude evitar preguntarme, si a los diputados salvadoreños les tocara escribir una canción así, ¿qué dirían en vez de “pegar en la radio”?

Lo digo ante la reciente publicación de un periódico digital nacional que expuso su investigación de los patrimonios de nuestros diputados (según lo declarado por los funcionarios y su grupo familiar ante Probidad) en un infográfico fácil de explorar. No deja de llamar la atención que en nuestro país, un lugar donde el PIB per capita es de 4,223 dólares y donde las mayores industrias son las de el café y el azúcar, sea en el rubro de la legislación (en el que los sueldos andan un poco arriba de los $4,000 mensuales) donde se encuentren concentrados tantos millonarios. Según lo declarado a Probidad, el 14 % del total de diputados en la Asamblea tienen más de un millón de dólares en patrimonio. Un 9 % tiene patrimonios arriba del medio millón de dólares. Si los diputados fueran realmente un reflejo representativo de la ciudadanía, el 23 % de la población salvadoreña tendría patrimonios mayores a un medio millón de dólares, casi comparable con naciones petroleras que no conocen la miseria.

Claro, no toda correlación implica causalidad, y la Asamblea Legislativa y sus beneficios (gastos de representación, los sueldos más altos de Centroamérica, viajes y un fuero conveniente que permite incurrir el riesgo de acrobacias legales) no son necesariamente la razón que volvió millonarios a tantos diputados. Muchos probablemente venían con patrimonio previo ganado antes del servicio público a base de haber “pegado en la radio” en sus respectivos rubros profesionales; del patrimonio que permite auto-financiarse campañas, o del que da la tranquilidad de poder dedicarse al servicio del país sin poner en riesgo la manutención de la familia. Otros, quizás heredaron su patrimonio de parentela con medios que se encuentra disfrutando del descanso eterno. Si estos son los casos del 14 por ciento, lo sabrán demostrar y lo sabrá Probidad ya. No merecen crítica alguna pues la riqueza obtenida honorablemente no es pecado ni vergüenza alguna. Pero si sin haber tenido otro empleador que el Gobierno de la República o la buena fortuna de una parentela con medios, lograron cumplir el sueño de los Bacilos, nos deben a la ciudadanía una explicación, ya sea en forma de canción o enseñando los recibos, de cómo lo lograron.

Lic. en Derecho de ESEN conmaestría en Políticas Públicas

de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.@crislopezg