Nuestra fotografía

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Por Inés Quinteros

24 February 2018

Cuántas de las fotografías en las que usted aparece retratado le gustan? ¿Todas, un 80 %, un 50 %, ninguna? ¿Se ha dado cuenta –ahora que todo teléfono es también una cámara– el tiempo que pasan las adolescentes escogiendo la foto en la que “salen bien”? Usualmente no nos gustamos en las fotos que nos toman. ¿Por qué? Creo que la razón es porque cada quien piensa que es mejor de lo que salió en esa foto (más bonita, más guapa). Es el tiempo de la imagen.

Fotógrafos y candidatas a diputadas o alcaldesas ¡qué calvario habrán pasado antes de ponerse de acuerdo en la foto que usarían para los afiches de publicidad! También los candidatos que, en este punto, la cuestión de género sí que aplica por igual, con el agravante que los hombres salvadoreños solemos ser más feos que nuestras mujeres, sin duda, las más bonitas de Centroamérica. Me aventuro a afirmar que sufrió igual el rojo que el verde, el amarillo que el tricolor: no es cuestión de ideología, todos se deben creer más apuestos que la foto que les sacaron. Así somos: nos creemos mejores que nuestros reflejos, suponiendo una autoestima normal.

¿Qué criterios habrán usado los partidos políticos para elegir a sus candidatas, a sus candidatos? A ratos se nos antoja que buscaron apelar a nuestra misericordia (“vote por mí, porfis, ya verá que sí puedo”), a nuestra estética (“¡más bonita que ninguuuuna…!”, se escucha cantar a Rocío Dúrcal al fondo), a nuestra inercia (“llevo chorromil años en la Asamblea, no he hecho nada que valga la pena, pero igual ¡vote por mi!”). Candidato hay que se sacó video ¡él mismo!, cantando una canción mientras conducía su vehículo, con guiñada de ojito al final. ¡Que le pongan multa, por favor! (No por sacarse el video mientras conducía, sino por im…propio: está solicitando trabajo en la Asamblea Legislativa, no en una barra show. ¿Hará recapacitar ese tipo de cosas a la dirigencia de los partidos? Porque no es la primera ridiculez en que se lo pilla). Los ciudadanos nos reímos de los candidatos, los hacemos trizas más de lo que ellos se hacen entre sí. También nos quejamos acremente de las dirigencias partidarias por los candidatos que escogen, creemos que los ha de haber mejores. Pero… ¿los habrá en verdad? ¿por qué entonces nunca aparecen? ¿o cuando llegan se van?

Lo que interesa a los partidos es llegar al poder. Y se llega al poder a través de las personas. (Mire, usted, qué interesante: los ciudadanos solo podemos acceder al poder político mediante los partidos, y los partidos sólo pueden hacerse del poder a través de las personas: ninguno sobrevive sin el otro). Después de las salidas de Funes y Nayib el FMLN lo debe tener claro: o consiguen un divo externo al partido o están fritos. ¿Se sentirá Pereira el divo sucesor? ¿alguien lo ha entusiasmado? ¿no lo siente demasiado empiscuchado? ¿lo estará entusiasmando alguien?

¿No será que la Asamblea Legislativa es como nuestras fotos? No todas nos gustan, pero no hay para adónde hacerse: en todas, somos nosotros los fotografiados. Como dice el tío Elías: “te pongás como te pongás, la nuca siempre te queda atrás”... ¡Santo Dios!, nuestra Asamblea ¡es la foto de El Salvador! No nos gusta, pero es lo que hay: así nos miran. Pensemos así cuando votemos el próximo mes: cuidemos que la foto no salga tan fea.

No critique tanto a los partidos: escogen a sus candidatos entre lo mejor que tienen. Ocúpese usted de elegir los que juzgue mejores. Piense: les está dando poder. Les está dando su representación. Vote por ella, por él. Y luego vaya y dígale: “yo voté por usted porque dijo que haría tal y cual cosa…. Lo voy estar viendo” ¡Y hágalo! Durante los próximos tres años, ¡a fiscalizar se ha dicho! Por eso, mi personal recomendación: NO VOTE POR MUCHOS. Con cinco o seis que marque, suficiente. Son a los que podrá fiscalizar. Al año, vuelva a preguntar ¿Qué nivel de vida tiene ahora? ¿Cuántas participaciones ha tenido en la Asamblea? ¿Qué leyes impulsó? ¿Cómo votó en aquel asunto de importancia? Y dentro de tres años, si vuelve a guiñarle el ojito mientras conduce, vuelva a preguntarle… ¿cuántos asesores contrató? ¿llegó “medicado”, borracho, armado, indecente, impresentable al puesto de trabajo que usted le dio, que usted le paga? ¿Viajó innecesariamente? ¿tiene ahora una oficina de corretaje de tierras? ¿qué terrenos dice que vendió? ¿a qué precio?, ¿quién es su socio? ¿su asesor? ¿es eso legal? ¿es decente?

El trabajo del candidato es influir sobre usted. Su trabajo es escoger lo mejor del mercado. Es lo que trata de hacer siempre cuando contrata, cuando compra. Hágalo el domingo de las elecciones.

*Psicólogo y columnista

de El Diario de Hoy.