No votar o anular voto no hace diferencia

descripción de la imagen

Por Elizabeth Castro

19 February 2018

Hay que ir a votar. ¿Estamos enojados con la forma en que se ha manejado la política en las últimas décadas? Sí. ¿Hace diferencia si no vamos a votar? No. Anular el voto no pasa de ser una protestar personal válida, pero sin efectos trascendentales que cambien el ámbito político. Estamos de acuerdo con que la oferta electoral es escasa, que buena parte de los funcionarios no ha presentado resultados y otros han convertido el servicio público en una forma fácil de ganarse la vida. Pero estas manchas no pueden ser la base para decir que no hemos avanzado o que las cosas no pueden cambiar.

Todo cambio es un proceso, especialmente en realidades políticas y sociales de un país. Para medir un avance hay que considerar algún punto de partida que nos sirva de referencia. En El Salvador hemos vivido tantas situaciones difíciles desde que nos convertimos en una república y, aunque a veces no percibamos cambios significativos, vamos saliendo de los problemas. Sería injusto decir que en el ámbito político estamos peor, hay cosas que han cambiado.

Hemos pasado de serias acusaciones de fraude electoral durante la época de las juntas revolucionarias de gobierno y la guerra, a un proceso electoral que tiene muchos ojos observándolo y controlándolo. Hemos pasado de Asambleas Legislativas con dominio de un solo partido a una variedad de opciones a elegir.

Hemos pasado de un monopolio presidencialista de las decisiones de todas las instituciones estatales a una lucha frontal por la independencia de poderes.

Hemos avanzado de un dominio completo de las cúpulas partidarias sobre las personas que serán electas a menos control sobre estas y a tener la posibilidad de elegir a las personas que consideramos idóneas. Sin duda estos cambios no están completos ni son perfectos, pero hemos dado unos pasos y hay que seguir empujando.

El cambio en la política de El Salvador no es algo que llegará con un evento específico; se trata de un proceso gradual en el que hay que ir avanzando lo más que se pueda y a pesar de la resistencia que se presente. Hay que sacar del servicio público a esas personas que no permiten el ingreso de ideas frescas, que toman decisiones con base en el “siempre se ha hecho así”, y que han convertido esos puestos en su forma de tener un trabajo.

Tenemos resistencia de políticos que llevan años anclados a su puesto de diputados y alcaldes y no permiten voluntariamente el tan necesario relevo generacional y de ideas; hay que dejar a un lado a esas personas que se creen indispensables y se escudan en cualquier excusa para justificar la poca alternabilidad. Tenemos resistencia de esos que no les gusta que los cuestionen o critiquen, quienes piensan que este país es una finca y ellos siempre tienen la razón. Tenemos resistencia de los políticos con cuerpos jóvenes y con la cabeza enterrada de la Guerra Fría. Esta gente no debería ganar un cargo público en 2018. Está en su voto lograr que no lleguen ahí.

Hay que ser realistas, el candidato perfecto no existe. Es poco probable encontrar a alguien optando a un cargo público con quien coincidamos en un ciento por ciento. Sin embargo, cada uno podemos plantearnos aspectos objetivos con los cuales orientar nuestro voto y buscar el candidato que comparta esos puntos. Ir a votar no nos convierte en cómplices de la ineficiencia o corrupción. Como todo en la vida, la política al final es un asunto de prueba y error; probamos nuevos candidatos y si fallan hay que cambiarlos, no perpetuarlos en el puesto.

El cambio en la política de El Salvador es un proceso lento, pero no imposible; todos debemos poner de nuestra parte. Vaya a votar.

Columnista de

El Diario de Hoy