Información y su uso

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Por Elizabeth Castro

17 February 2018

Se dice que estamos en la era de la información. Se dirá eso, supongo, por la cantidad de información que se produce. O por la rapidez con que ahora viaja. O por las toneladas de información basura con la que nos atiborran. Cada vez más, se observa que las personas sensatas están cansándose de tanto ruido que circula en el ambiente (chats, correos, redes sociales, etc.) y están adoptando medidas de protección personal: limitar sus visitas a las redes sociales, poner horarios para atender el teléfono celular, para ver correos o para “navegar” en la red. Porque estoy seguro que no se dice por el uso que damos a la información.

Cuando empezó el boom de la informática y se elevaron las ventas de computadoras personales (“desktops”), uno de los argumentos ofrecidos fue que su uso nos permitiría ahorrar papel. Ja, ja. Lo mismo pasó cuando se elevó en nuestro país el valor de los cheques porque, según se dijo, contaría cada cheque con un dispositivo con información que permitiría reducir el tiempo que pasaban en la cámara de compensación. Jeje. No sé si las grandes transacciones, pero los de a pie seguimos esperando los mismos tres días. O no funcionó el dispositivo o no usan la información.

Como no me gusta amargarme gratuitamente, prefiero creer que es el entusiasmo inicial el que los hace ofrecer tales cosas (como candidato en campaña) y no porque quieran mentirnos de entrada solo para aumentar ventas.

Lo vemos en los jóvenes estudiantes: tienen toda la información a su alcance y se empecinan en mantenerse “informados” solo por sus redes sociales y por algunos bloggeros. Realmente a veces me impresiona la torpeza que muestran para buscar información en internet… está bien que a nosotros nos cueste encontrarla, ¡pero a ellos…! Más bien creo que no la encuentran porque no saben cómo.

El mal uso de la información con la que se cuenta no es exclusivo del gobierno, también la empresa privada da muestras de torpeza en esto. Dos ejemplos recientes: una farmacia entra en asocio con un banco del sistema para ofrecer una tarjeta de crédito a sus clientes. Este cliente lo es de ambos, de la farmacia y del banco. Solo que el banco no es su favorito. Acepta los trámites iniciales en la farmacia, le llaman del banco, le dicen que le han preaprobado la tarjeta pero que necesiten saber, x, y, z, m y n información. ¡y la tienen desde hace años en sus sistemas porque el cliente la aportó para abrir una cuenta corriente. Un cliente menos.

Otro ejemplo, con una compañía de teléfonos esta vez. Un profesional solicita un nuevo celular con esa compañía para asuntos de trabajo. Va con ellos porque ya tiene su teléfono particular con esa compañía. Dos meses después esa compañía se da cuenta de que realizaron mal unos trámites y quieren que el cliente les vuelva a dar la información ¡que tienen en sus sistemas desde el siglo pasado cuando el cliente abrió por vez primera su cuenta! Y supuestamente son los que facilitan el uso de la información, ¡Seguro que sí!

La información es poder, se decía antes. Y lo era en aquellos tiempos en los que, justamente porque la información era escasa, quien la tenía, llevaba la ventaja. Hoy es distinto. La información está por todos lados, nos circunda, nos invade y abruma. Pero no nos está dando poder alguno… ¡y menos a los jóvenes estudiantes que se creen en poder de información interesante, pero que no la usan convenientemente. No es la información, es el uso que le damos lo que cuenta.

Psicólogo

y columnista

de El Diario de Hoy.