Cristianismo y política

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Por Elizabeth Castro

14 February 2018

De las elecciones en Costa Rica fuimos testigos de cómo el predicador evangélico Fabricio Alvarado ha sido el ganador de la primera vuelta.

El candidato conservador se enfrentará en la segunda vuelta al oficialista Carlos Alvarado. Es interesante este fenómeno y debemos preguntarnos: ¿por qué el candidato cristiano evangélico costarricense tuvo ese despegue en el que inicialmente no representaba ni posibilidades de pasar a una segunda ronda?

Recientemente la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) ordenó a Costa Rica garantizarles a las parejas del mismo sexo todos los derechos existentes en la legislación, incluido el derecho a casarse.

¿Fue determinante esto para que la mayoría de costarricenses que defienden los principios y valores votara por el candidato Alvarado? Podría ser. Recordemos que nuestra época se caracteriza por haber perdido la capacidad en distinguir el bien y el mal, lo políticamente correcto, los relativismos morales surcan los pensamientos de muchos actualmente. Preocupa que generadores de opinión como un colega columnista mencione en uno de sus artículos “que en Costa Rica se viene: una batalla entre dos culturas, una abierta y liberal y la otra cerrada y autoritaria”.

Según el columnista, “el cristianismo es cerrado y autoritario”. Qué equivocado está, señor mío.

El relativismo es el autoritario, del cual ha nacido la ideología de género, que busca despojar al ser humano de su naturaleza antropológica. Renegar de sí mismo para querer imponer a la fuerza y mediante leyes, caprichos sexuales descabellados. Es una dictadura que pone en peligro la racionalidad humana.

Aristóteles, en su libro Metafísica, expone cómo el hombre anhela siempre buscar la verdad. No podemos conformarnos con la mentira. A esa facultad que tenemos de buscar siempre la verdad le podemos llamar la dimensión científica del hombre, donde vamos escalando los grados del saber, sobrepasar la mera opinión y alcanzar un conocimiento epistémico, un conocimiento científico que nos revela la naturaleza de las cosas.

Es imprescindible conocer la verdad y la naturaleza propia de las cosas para orientar la acción humana; el pensamiento moderno pretende hacer de la conciencia algo autónomo de la moral, siendo la propia conciencia la que crea la ley moral. ¡Grave error! Al hacer esto, la conciencia no se equivoca nunca y ahí justificamos todo, legalizar el aborto, uniones homosexuales… hasta el Holocausto podríamos justificar, un desvarío abismal.

No olvidemos que la conciencia es un conocimiento de adecuación del intelecto a la cosa en su forma más precisa y si ésta no respeta su naturaleza tendremos problemas de índole teórico y práctico y esto lo dice por activa y por pasiva los filósofos modernos Descartes y Locke.

La conciencia no es autónoma porque está medida por la realidad. Al desvirtuarse esto como lo hacen muchos políticos, entra en conflicto con el cristianismo porque esta doctrina no admite mentiras ni medias verdades y en los últimos años la doctrina cristiana ha sufrido los embates de perjudiciales políticas que buscan legalizar absurdas aberraciones; por defender principios morales y éticos que toda persona en su sano juicio defendería.

Si permitimos locuras con esos falsos derechos, el pandemónium reinará en el mundo, como las que propone el tailandés Vitit Muntarbhorn defensor Global LGBT de Naciones Unidas (ONU), quien afirma que en el mundo existen 112 géneros, un increíble disparate. Ya lo vaticinaba años atrás G.K. Chesterton: “No tardará en proclamarse una nueva religión que, a la vez que exalte la lujuria, prohíba la fecundidad”.

Politólogo

y Especialista en Seguridad

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