La Policía en el food court

La Policía ha perdido varias oportunidades para dar un golpe de timón que permita reconstruir la confianza de los ciudadanos. Más que eso, las ha despreciado. La más reciente es la desaparición de la agente Karla Ayala Palacios de las instalaciones del GRP.

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Por Elizabeth Castro

31 January 2018

La confianza de los ciudadanos en la Policía depende de diversos factores. Así lo establecen reiteradamente múltiples investigaciones sobre el tema, realizadas alrededor del mundo y enfocadas en diferentes contextos culturales. Algunos factores están directamente relacionados con las instituciones policiales y su desempeño, pero otros están subordinados a situaciones externas. Por ejemplo, las personas que residen en ciudades que han experimentado altos índices delincuenciales por un período de tiempo prolongado progresivamente pierden la confianza en la policía. Similarmente, las policías cuyo trabajo no es percibido como efectivo o eficiente tampoco gozan de la confianza de los ciudadanos.

Ambos casos suenan lógicos. Existe una conexión directa y evidente entre la calidad del servicio ofrecido y el nivel de popularidad de la que goza la Policía. El resultado es, por lo tanto, comprensible para la mayoría sin necesidad de explicaciones adicionales. La relación es directa y clara, parecida a las que fácilmente se identifican en situaciones con las que nos topamos en nuestra cotidianeidad. A nadie le extraña, por ejemplo, que el único restaurante que siempre está vacío en la food court del centro comercial es el que tiene los platos más feos y el peor servicio. Nadie quiere comer donde la comida es fea y, además, lo tratan mal. Nadie tiene una buena opinión de esos lugares.

Existen otras variables vinculadas a la confianza de los ciudadanos en la Policía, cuya conexión no es tan obvia, ya que su vínculo con el desempeño de la institución no se identifica a simple vista. Sin embargo, resultan razonables al examinarlas con atención y, más aún, si se contrastan con situaciones que vivimos en el día a día. La corrupción en el aparato gubernamental en general, por ejemplo, es un elemento clave que puede llegar a incidir en nuestra percepción de la Policía, sin que necesariamente existan señalamientos directos contra policías. Cuando la sociedad percibe que el gobierno y sus funcionarios son corruptos pierde la confianza en las instituciones públicas en general, incluyendo la Policía.

Regresemos un momento al ejemplo de los restaurantes en la food court. Imaginemos que un cliente ve a un cocinero ir al baño y regresar a cocinar sin lavarse las manos, y, en consecuencia, esparce el rumor de que la mayoría de los que trabajan en la food court tienen similares hábitos de higiene. Indudablemente, esto llevaría a una pérdida de confianza en todos los restaurantes de ese centro comercial, sin excepción, aun en aquellos que guardan los estándares más estrictos de salubridad.

La Policía en nuestro país, lamentablemente, tiene que enfrentarse con ambos tipos de situación. Las encuestas siempre arrojan los mismos resultados: los salvadoreños piensan que la Policía no hace bien su trabajo y perciben que la incidencia delincuencial se ha recrudecido. Esencialmente, para la mayoría de personas, el desempeño de la Policía es pésimo. Además, todos los instrumentos de medición que han preguntado sobre el tema revelan que los salvadoreños perciben que la corrupción es un problema serio. Los partidos políticos en general y los diferentes órganos del Estado salen mal calificados.

La Policía ha perdido varias oportunidades para dar un golpe de timón que permita reconstruir la confianza de los ciudadanos. Más que eso, las ha despreciado. La más reciente es la desaparición de la agente Karla Ayala Palacios de las instalaciones del GRP. Los titulares de seguridad, en lugar de lidiar con la situación de frente y de forma transparente, optaron por la nebulosidad favorecida por los malos políticos. El abordaje mediático de este tema, similar a todos los inventos paridos por “el búnker” instalado en el Cifco, no solo erosiona más la confianza de los ciudadanos en la Policía, sino que desprecia oportunidades para empezar a recuperarla por mantenerse fieles a intereses partidarios. El daño hecho a la relación Policía-ciudadanía es épico. Reconstruir la confianza será una labor muy complicada cuando decidan trabajar honestamente para conseguirlo.

*Criminólogo

@_carlos_ponce