Trump ¿primer presidente antiinmigrante?

Durante la Segunda Guerra Mundial, a partir del ataque a Pearl Harbor, el presidente Roosevelt firmó una orden ejecutiva para internar en campos de concentración dentro del territorio estadounidense a personas de origen japonés y a sus familias, quienes fueron capturados y sus bienes confiscados, todo ello sin evidencia de traición y sin proceso legal alguno.

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Por Max Mojica *

29 January 2018

El presidente Trump se las pone fácil a sus detractores. Al no tener filtro entre su lóbulo frontal y su lengua, expresa libremente todo lo que se le viene a la mente o a “sus dedos” -como nos atestigua su cuenta de Twitter-, por lo que sus enemigos políticos hacen fiesta con sus tan variados desatinos comunicacionales. Tan duramente ha sido criticado por su política migratoria, que pareciese que es el primer presidente norteamericano que ha decretado leyes contra los inmigrantes. Al respecto, resulta interesante realizar un análisis histórico sobre el tema.

Desde que en 1628 arribó a costas norteamericanas uno de los primeros barcos con personas que buscaban libertad política y religiosa -el Mayflower-, se estableció lo que llegó a conocerse como el “mainstream”, es decir, el grupo étnico imperante a nivel social, cultural y religioso para esas tierras: blancos, anglosajones y protestantes. A partir de ahí, los presidentes norteamericanos, por diferentes razones, no han sido demasiado amigables con los inmigrantes. Benjamín Franklin, se opuso -en un año tan lejano como 1751- a las oleadas de inmigrantes alemanes, ya que, en su opinión, presentaban un peligro porque su presencia “diluiría la raza inglesa”.

En 1840 llegaron “otros” europeos: los irlandeses. Ellos escapaban de la terrible hambruna ocurrida en esa época. Arribaban hasta 5,000 personas diarias, cantidad considerable, habida cuenta la densidad demográfica de aquellos años. Tan intensa fue la inmigración, que las alarmas sociales empezaron a sonar: los inmigrantes aceptaban trabajos por sueldos de miseria, con lo que desplazaban a los trabajadores que gozaban de ciudadanía. Además… los nuevos inmigrantes eran católicos. La tragedia, pobreza, exclusión y rechazo de estos inmigrantes, así como sus luchas políticas, ha sido recogida en varias obras literarias, e inmortalizada por Hollywood en la película “Las pandillas de Nueva York”.

La Guerra Civil Norteamericana (1861 -1865) causó la abolición de la esclavitud, pero los antiguos propietarios de esclavos empezaron a ponerse nerviosos por la cantidad de personas africanas que ahora eran “libres” en el continente, razón por la cual se le ocurrió otra “conveniente” idea: regresarlos a África. Para ello, se crearon países para ex esclavos: las Repúblicas de Liberia y Sierra Leona entraron en escena y actuaron como destino para los antiguos esclavos que serían repatriados. Al “mainstream” le ponía nervioso un hecho: en 1790 había 4 millones de afroamericanos… en 1800, había 7 millones. El índice de fertilidad de las minorías siempre han puesto presión sobre los sectores políticos dominantes, como ocurre ahora con latinos y musulmanes, lo cual, a su vez, incide sobre las políticas migratorias a ser adoptadas.

En 1882 se aprobó la legislación que prohibía la entrada a los chinos (“Chinese Exclusion Act), generando persecuciones raciales en suelo americano -principalmente en el Sur-, las cuales se extendieron a todo aquel que no fuera anglosajón y protestante, y que marcaron el advenimiento del Ku Klux Klan, curioso grupo que, además de vestirse como si fuera Halloween, procedían a linchar a la menor provocación y previo a la quema de intimidantes cruces, no solo a personas de origen afroamericano, sino a los de origen asiático y, de postre, a los católicos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, a partir del ataque a Pearl Harbor, el presidente Roosevelt firmó una orden ejecutiva para internar en campos de concentración dentro del territorio estadounidense a personas de origen japonés y a sus familias, quienes fueron capturados y sus bienes confiscados, todo ello sin evidencia de traición y sin proceso legal alguno.

En la década de 1950 se inició la operación “Wet Back”, que consistió en realizar deportaciones masivas de obreros mexicanos residentes en Texas y otras áreas fronterizas, junto con sus familias; provocando racismo y exclusión. Para la época, en las tiendas de conveniencia administradas por estadounidenses se leían rótulos: “no se permiten ni perros, ni mexicanos”.

En el Siglo XXI, según datos de Departamento de Seguridad Nacional, entre 2009 y 2015, el número de deportados bajo el mandato del presidente Barack Obama -demócrata hasta la médula- fue el más alto en los últimos 30 años, por encima de Reagan y los Bush (padre e hijo), con un total de 2,571,860 latinos deportados en ese período.

No obstante la existencia de políticas migratorias que han concedido beneficios o asilos a ciudadanos de algunos países, como el caso cubano, el sentimiento antiinmigrante siempre ha estado presente en la política migratoria estadounidense.

El presidente Trump no es más que el último de una larga cadena de presidentes que -de forma patente o velada- han desarrollado políticas anti inmigrantes. Dicho lo anterior, la pregunta correcta es ¿es el actual presidente de los Estados Unidos anti inmigrante o solo es un reflejo de la sociedad norteamericana que lo eligió como su representante? Solo la Historia nos dará una respuesta.

*Abogado, máster en leyes.

@MaxMojica