Impresiones desde el “shithole”

No es solo con paisajes que vamos a poner en evidencia el racismo e ignorancia Trumpianos. Es con compromiso con el desarrollo de nuestro país. Del que empieza en la casa y se contagia para volverse cultura.

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Por Elizabeth Castro

22 January 2018

A ninguna persona con dos dedos de frente se le escapan los múltiples motivos por los que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se equivocó por completo al caracterizar nuestro El Salvador como un “shithole”.

Se puede desmentir a Trump con enorme facilidad, mostrando como evidencia nuestros atardeceres en la costa del Pacífico — ¡no se pondría el sol ese disfraz de celajes en un “shithole”! Se podría argumentar que un lugar con la diversidad natural y comodidad geográfica que permite amanecer con los calores salados de la costa, y en el mismísimo día, acostarse con suéter en las cumbres cafetaleras de Apaneca, en nada se compara con un hoyo lleno de excremento. Nadie llamaría “shithole” a un lugar en donde los lugareños se enorgullecen tanto de darle la bienvenida a visitantes extranjeros, con sonrisas llenas de orgullo.

Fue a esto precisamente a lo que me dediqué esta última semana, en calidad de operadora turística amateur, acarreando por nuestro país a cuatro compatriotas de Trump que han hecho lo mismo y más por mí en su país, en más ocasiones de las que puedo agradecer.

Y es ver nuestro país a través de ojos ajenos una de las maneras en las que con más facilidad se notan aquellos contrastes incómodos que la costumbre o el amor propio nos hacen invisibilizar a diario. Por ejemplo, la cantidad de armas de altísimo calibre que pueden casualmente verse en un solo día, habitualmente chineadas por guardias de seguridad privada con más cara de tener ganas de una platicada con café y pan dulce que de abatirse a balazo limpio contra fieros elementos criminales. O por ejemplo, la basura o montañas de ripio en arbitrario abandono, ahí mismo en frente de los paisajes cuyas cualidades ensalzamos con tanta convicción en la Oración a la Bandera. O por ejemplo, la enorme cantidad de propuestas políticas vacías que a diario pelean por nuestra atención en vayas publicitarias.

Son estos contrastes que comenzamos a ver solo cuando enseñamos nuestro país a visitantes extranjeros (algo así como las manchas en la alfombra de la casa que antes de recibir invitados convenientemente no notábamos) los que pueden enseñarnos una poderosa e incomodísima verdad: en un sentido, los salvadoreños mismos coincidimos con la idiota y racista visión que tiene Trump de nuestro país.

Quizás no pensemos de nuestra Patria en términos de un “shithole”, pero es difícil debatir el hecho de que a veces nos comportamos y tratamos nuestra tierra como si lo fuera. Como si no mereciéramos más. Como aves de corral incapaces de ver que podríamos volar como las águilas. Es eso lo que demostramos cuando aplicamos la ley del más vivo en el tráfico. Cuando “cuentiamos bichas” en la calle. Cuando pagamos en sueldos lo que fácilmente gastaríamos en una comida en uno de los restaurantes a los que llevamos a extranjeros y nos “damos paja” de que es lo justo. Cuando elegimos políticos que con su corrupción, populismo, o ideología antediluviana agregan heces al hoyo.

No, no es solo con paisajes que vamos a poner en evidencia el racismo e ignorancia Trumpianos. Es con compromiso con el desarrollo de nuestro país. Del que empieza en la casa y se contagia para volverse cultura. Del que nace, no como reacción a la ignorancia extranjera, sino como resultado de un autoestima saludable, de ese que implica sabernos merecedores de más.

*Lic. en Derecho de ESEN

con maestría en Políticas Públicas

de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg