En el 2018 no queremos más cambalaches

Nuestros gobernantes deben estar claros de que eventualmente tendrán que dar cuenta de su gestión administrativa, así como de los logros y avances reales en tan sensibles áreas; caso contrario, se podrían multiplicar las solicitudes de políticos asilados en Nicaragua.

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Por Cecilia Marina González Amaya

18 January 2018

Los “tangos argentinos” constituían una corriente musical nacida y desarrollada entre el pueblo. Con sus nostálgicas notas, nos hablaban tan pronto de intensos romances, como de situaciones propias del pueblo, dentro de las que se destacaba la pobreza, así como la venalidad de los gobernantes. Un tango en particular, “Cambalache”, muy popular en 1934, denunciaba los males que vivía la sociedad Argentina de la época; pero lo curioso es que, 83 años después, las situaciones denunciadas en sus rimas, continúan vigentes no solo en Argentina, sino en casi cualquier país latinoamericano, pero especialmente pueden ser aplicadas a lo que actualmente vivimos en El Salvador.

Al respecto, algunos argumentan que las noticias sobre mal manejo de la cosa pública y corrupción publicadas en los diferentes medios locales, son tendenciosamente “amarillistas”, difundidas con el fin de desprestigiar a los actuales gobernantes, ya que éstas no son para denunciar “hechos reales”, sino para dar pie a falsas acusaciones producto de divergencias ideológicas. Sin embargo, basta con leer los informes de los organismos internacionales (o nacionales, como el reciente informe emitido por el BCR) y abrir un poco los ojos, para corroborar que los indicadores económicos y sociales han desmejorado considerablemente en El Salvador en estos últimos años, traduciéndose dicha desmejora en aumento de la pobreza y sufrimiento de nuestro pueblo.

En El Salvador tenemos a dos expresidentes en procesos judiciales y administrativos —uno en el banquillo de los acusados y otro convenientemente asilado— troles absueltos; más de 40,000 plazas laborales ocupadas por los compadres del gobierno, todo lo cual es claro un indicador de lo mal que estamos como país, eso sin contar que nuestros gobernantes manejan la cosa pública como su parcela privada, mientras —al mejor estilo hondureño— crean mecanismos para aferrarse al poder. Así, motivados por una visión cortoplacista, realizan acciones populistas olvidándose de las consecuencias que estas provocan: alta y casi inmanejable deuda externa, proyectos insostenibles, gastos innecesarios, inversiones superfluas, cambalaches y “soluciones” a las prioridades equivocadas.

A enero de este año, según el Índice de la Percepción de la Corrupción, El Salvador subió 23 posiciones con respecto a 2015, posicionándose en la casilla 95 de 176 países evaluados. Además de las consecuencias económicas que trae esto al país, estas conductas deshonestas ponen en tela de juicio el buen uso de los recursos fiscales reflejados en el presupuesto, que cuando se escribían estas letras, estaba aún pendiente de aprobación, así como nuestra capacidad para administrar la ayuda internacional que recibimos.

El tema del combate a la corrupción está tomando un serio auge en el plano internacional, habiéndole hecho eco la sociedad civil salvadoreña cuando por diferentes medios exige transparencia a nuestros gobernantes, transparencia, la cual es primordial para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los cuales constituyen las bases sobre las cuales la ayuda internacional es concedida. ¿Qué haría El Salvador sin esta ayuda? Un país como el nuestro sería altamente afectado sin la ayuda internacional, por lo que se debe procurar atender las exigencias de transparencia en el manejo de la cosa pública, así como en el combate a la corrupción que exigen los países amigos y cooperantes; por ello, nuestros gobernantes deben estar claros de que eventualmente tendrán que dar cuenta de su gestión administrativa, así como de los logros y avances reales en tan sensibles áreas; caso contrario, se podrían multiplicar las solicitudes de políticos asilados en Nicaragua.

La corrupción —como la mitológica Hidra— es un monstruo de mil cabezas, el cual ha estado presente —desde siempre— en el aparato estatal, pero el clamor de la sociedad civil es claro: estamos hartos de la corrupción y estamos dispuestos a todo, con tal de erradicarla. Por ello, en este 2018, podemos optar por un mejor El Salvador, participando activamente como ciudadanos, en los procesos democráticos, exigiéndoles a nuestros gobernantes que sean transparentes y honestos. Por el bien de nuestro país, trabajemos todos juntos para que en este 2018 ya no haya más oscuros “cambalaches”.

*Máster en Desarrollo Internacional

@CecitaGonz