Consideraciones sobre la propiedad privada

Inicialmente, el derecho de propiedad se defendía con arcos, flechas o piedras, hasta que el Estado se convirtió en el encargado de defender ese derecho; lo cual lleva a cabo principalmente por medio de los jueces.

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Por Mirna Navarrete

15 January 2018

Existe importante evidencia histórica y antropológica que sugiere que el surgimiento de la noción de “propiedad privada”, no se encuentra ligada a una ideología o sistema político, sino que -tal como hace 2,300 años lo sostuvo Aristóteles en su libro “La Política”- forma parte sustancial de la naturaleza humana. La razón para afirmar lo anterior, es la evidencia práctica que nos comprueba que el hombre, en cualquier país, región o cultura, atiende mejor lo propio que lo que pertenece a una comunidad.

Debemos de entender por “propiedad”, el derecho a usar, disfrutar y consumir un bien, lo cual implica que los demás deben de reconocer mi derecho sobre ese bien. Inicialmente, el derecho de propiedad se defendía con arcos, flechas o piedras, hasta que el Estado se convirtió en el encargado de defender ese derecho; lo cual lleva a cabo principalmente por medio de los jueces, quienes en base al ordenamiento jurídico vigente y atendiendo a los principios más básicos de justicia, “dan a cada quien, lo que le pertenece”.

Desde que el homo habils consideró a la primera herramienta de pedernal o a la primera oveja como un bien “privado”, se descubrió que el progreso, bienestar y desarrollo económico de un individuo, de una familia, de un clan, de una sociedad y eventualmente, de un país, se encuentra irremediablemente ligado al reconocimiento, garantía y protección de la propiedad privada, ya que esta constituye la piedra angular sobre la que descansa el “ánimo de lucro”, que no es otro cosa más que es el incentivo esencial de toda iniciativa empresarial.

Ello nos lleva a analizar el concepto de “propiedad pública”, la cual, muchas veces, se entiende mal: la propiedad pública no es de “todos”, entendiendo por “todos” a un conglomerado no identificado de ciudadanos que ejerce su derecho de propiedad sobre los activos públicos. Esta noción es incorrecta. Cuando uno se refiere a la “propiedad pública”, se debe entender que se está refiriendo a la propiedad estatal, es decir, no es de “todos”, sino que es del gobierno, que es quien toma las decisiones económicas sobre ella, teóricamente, conforme a la ley vigente en un país.

No se puede confundir el concepto de “propiedad pública” con el de “recursos comunes”; estos son aquellos a los que todos podemos tener acceso libremente (como la pesca en el mar o el disfrute de las aguas de un lago); lo cual no sucede con la propiedad pública, ya que, respecto a ella, será el Estado, su propietario, quien determine como se usa. De esa forma, un ciudadano no puede ir libremente a un parque y llevarse una banca a su casa, el Estado, su propietario, lo sancionaría. Por tanto, quienes defienden la propiedad pública, en esencia lo que están defendiendo es una variante del concepto de propiedad privada, solo que esta vez, quien ejerce los derechos como propietario es el Estado y no los particulares.

Marx y Engels postularon la tesis que la propiedad privada es la fuente de la miseria y pobreza en la humanidad, equiparándola a un “robo” en perjuicio de aquellos que no tienen la calidad de propietarios. Esta tesis dio pie a uno de los más crueles experimentos económicos de la Historia: el comunismo. En los países en los que se implantó, se pudo comprobar sus nefastos efectos prácticos: pobreza, enfermedad, muerte, pérdida de libertad y hambre generalizada. Todo ello se comprobó en gigantescos laboratorios sociales como lo fueron la extinta Unión Soviética, China, Camboya, Ucrania, entre otros países que lamentablemente lo experimentaron. Actualmente, se puede comprobar el fracaso del colectivismo en Corea del Norte y Cuba. En todos esos lugares el resultado fue el mismo: pobreza y miseria generalizadas, repartidas en partes iguales.

En base a la observación y a la experiencia, se puede afirmar que sin la “propiedad privada” se hace muy difícil, si no imposible generar desarrollo sustentable y progreso en un país. Únicamente a medida que se fueron reconociendo los derechos de propiedad privada, aproximadamente en el siglo XVII, fue que el mundo empezó a vencer los constantes ciclos de hambre y miseria que limitaban el desarrollo de los pueblos. La relación entre propiedad privada y progreso es clara, no únicamente por tratarse de una noción que fácilmente se desprende de la observación histórica del desarrollo de los pueblos, sino porque se encuentra profundamente inmersa en nuestra psiquis: nunca cuidaremos lo de otros, como cuidamos lo propio.

En nuestro país, bien harían los políticos de aprender esta lección histórica: sin garantía absoluta de la propiedad privada, no habrá progreso sostenible para El Salvador.

*Abogado, máster en leyes.

@MaxMojica