Sacrificio mal entendido

El tener poder no siempre es bien asimilado por algunas personas que no tienen el buen juicio de usarlo de manera correcta. El mando es una responsabilidad y debería asumirse con sabiduría.

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Por Elizabeth Castro

12 January 2018

A primera vista parecería difícil encontrar similitudes entre la formación médica y la militar. Sin embargo tienen más coincidencias de lo que cualquiera supondría, especialmente en el sentido de que en ambas existe una jerarquía completamente vertical. Así como el mayor manda al teniente y éste al sargento, el residente de segundo año tiene mando sobre el de primer año, y el de primer año sobre el interno.

En la formación médica, después de las áreas básicas, se inicia el trabajo hospitalario, y es en los hospitales donde surge la cadena de mando. Se comienza siendo externo por varios años hasta que se culmina con el año de internado rotatorio. Después viene el Año Social, que generalmente se hace en unidades de salud. Al terminar se obtiene en título de Doctor en Medicina. Después de alrededor de ocho años se puede ejercer como médico general. Los que desean ser especialistas se examinan en hospitales acreditados para otorgar esta categoría. Vienen luego tres o cuatro años más como residente de especialidad, al final de los cuales se otorga el título de ginecólogo, internista, cirujano, etc. Algunos continúan estudios de subespecialidad, en el país o en el extranjero, que supone dos o tres años adicionales. Un médico subespecialista fácilmente ha pasado unos catorce años de formación, sino más.

En todo este largo camino hay un orden vertical de mando. Así ha sido y es en casi todas partes. El diseño vertical tiene ciertas ventajas pedagógicas y administrativas pues produce claridad en cuanto a quién da órdenes y quién las recibe, facilita el orden y promueve la transmisión de experiencia, tan importante en la adquisición de conocimientos y destrezas. Sin embargo esto también puede dar lugar a abusos. El tener poder no siempre es bien asimilado por algunas personas que no tienen el buen juicio de usarlo de manera correcta. El mando es una responsabilidad y debería asumirse con sabiduría.

Lastimosamente se dan casos en los que el poder se usa para legitimar arbitrariedades y maltratos, especialmente hacia los que están en los primeros eslabones de la cadena de mando, los estudiantes externos y los internos. Sobrecarga laboral, horarios de trabajo antinaturales, prohibiciones y exigencias incongruentes con los objetivos de la formación médica, son solo algunos ejemplos. En algunos centros esto va a la par de condiciones de trabajo muy precarias como falta de lugares para descansar, comer o guardar pertenencias.

El estudio de la Medicina requiere grandes sacrificios, pero el sacrificio debe tener un objetivo, servir para algo, no es un fin en sí mismo. Jornadas laborales de catorce horas (además de los turnos) sin una justificación válida no solo es arbitrario sino peligroso. El no dejar al menos unos minutos de descanso cuando la situación lo permite es simplemente sádico.

Algunos colegas podrán decir que también les tocó así, y todos los médicos tenemos anécdotas de cuando nos quedamos dormidos de pie mientras observábamos una cirugía. Así se forja el temple, se dice. Es cierto que el estrés mejora el desempeño, pero esto es hasta cierto punto. Cuando es excesivo el desempeño cae.

Estos señalamientos no pretenden que la carrera de Medicina se haga más fácil, pero suficientemente complicada es de por sí, con la infinita cantidad de información que hay que asimilar, con el cansancio físico y mental que conlleva, con la responsabilidad que implica, como para agregar cargas que no beneficiarán a nadie, que no harán mejores médicos.

*Médico psiquiatra

y columnista de El Diario de Hoy.