Falacias y mentiras (a propósito del TPS)

Lo siento, Presidente y Canciller, no hay manera de defenderlos: sus comunicados y declaraciones no fueron falaces sino mentirosos.

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Por Elizabeth Castro

12 January 2018

La lógica se enseñaba en el bachillerato salvadoreño hace muchos años. Fruto de alguna de las reformas educativas, supongo que para enseñar “algo más útil”, desapareció de los programas de estudio nacionales. Mi generación ya no tuvo la suerte de estudiarla. Para quienes sí la estudiaron formalmente, recordarán que la lógica es el arte (o la ciencia, como usted quiera) del bien discurrir con sus argumentos. Se ocupa de determinar los fundamentos por los cuales algunas inferencias son aceptables y otras no. En lógica, cuando una inferencia es aceptable, lo es en función de su estructura, y no por el contenido específico del argumento o el lenguaje utilizado. Eso hace de la lógica una ciencia formal, como la matemática y no una ciencia empírica, que debe buscar la verdad de sus argumentos en la realidad.

Uno de los temas que estudia la lógica son las falacias (argumentos cuyas premisas no llevan válidamente a la conclusión). Las hay de dos tipos: las formales y las informales (sí, como el empleo: formal, el que cumple con todas las leyes y paga sus impuestos; informal, el “bajo de agua” tan extendido en nuestro país; el Ministerio de Hacienda “no mira nada” de los frutos de esos negocios). En las falacias informales, el error de razonamiento tiene que ver con el contenido de las proposiciones, mientras que en las falacias formales el error de razonamiento está en el modo en el que las proposiciones se relacionan entre sí. Por consiguiente, con las informales suele generarse un debate acerca si hay o no error de argumentación, dado que su naturaleza depende del contexto en el que son usadas.

Yo tengo para mí que las falacias son más respetables que las mentiras, puesto que suponen un esfuerzo de razonamiento. La mentira es simple, no digo la verdad y punto. Sin decirlo, quien miente está también diciendo “me importa un rábano lo que piensen de mí, yo miento ¡y qué!”.

Un ejemplo de falacia no formal es la de énfasis. Consiste —de allí su nombre— en hacer énfasis en una palabra del enunciado original o premisa. “No debemos hablar mal de nuestros amigos”. Si usted no hace énfasis en ningún término, aceptará cualquier razonamiento que tome ésa como premisa base. Pero, si habiendo hecho daño a su amigo Hugo, argumenta que no ha fallado contra ese principio porque usted lo hizo en silencio, sin hablar, comete falacia de énfasis. O si usted orquesta una campaña maliciosa y perversa contra Salvador —“a quien no conoce pero identifica con su documento…”— y pretende no haber faltado a la norma porque él no es su amigo, igual comete falacia de énfasis.

A raíz de sus declaraciones por la cancelación del TPS para nuestros compatriotas, tuve la ilusa idea de querer defender a nuestros más altos funcionarios, el Presidente y el Canciller de la República. Sostendría en mi defensa que en sus comunicaciones posteriores no mentían sino que habían caído en un argumento falaz. Mi supuesto era que, durante sus “agotadores esfuerzos de última hora”, se habrían reunido con algunos sesudos secretarios de comunicaciones y adláteres y alguno de ésos, escondido en su búnker, habría desarrollado ¡vaya idea genial! la estrategia de comunicación sobre tan lamentable suceso, haciendo énfasis en la palabra prórroga. Así, la falacia sería: no habían cancelado el TPS para El Salvador, le habían dado una última prórroga como las veces anteriores. Pero he leído con toda atención el comunicado oficial de la embajada, que fue emitido inmediatamente al anuncio, y encuentro que no incluye ni una sola vez la palabra prórroga. Lo siento, Presidente y Canciller, no hay manera de defenderlos: sus comunicados y declaraciones no fueron falaces sino mentirosos.

¿Nos duele que se mofen de ustedes internacionalmente las agencias de noticias? Sí, porque ustedes representan al país. ¿Se han ganado merecidamente esas burlas y chanzas? Lo lamento, pero hay que decir que sí, “a pulso”, que según nuestro amigo RAE pone en una acepción: “con el propio esfuerzo, sin la ayuda de otros, sin ventajas ni facilidades”. Hoy no les queda otra que hacer suyas las socarronas palabras que emitió, ante los medios de comunicación en conferencia de prensa que él mismo convocó, aquel pintoresco exfuncionario, tan pintoresco él que hasta quiso volver a fungir en el mismo cargo: “Hoy aguántenla”.

*Sicólogo

y colaborador de El Diario de Hoy