En busca de la estrella de la Verdad

Los Magos lo son también: hombres sabios que se arriesgan en una travesía en busca de la verdad. No temen enfrentar al despiadado Herodes en su momento aunque después lo evitan.

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Por Elizabeth Castro

06 January 2018

Más allá de que fueran tres o cinco o diez, que tuvieran linaje real o no o que fueran creyentes, me queda su ejemplo de persistencia y su desafío al riesgo de perder incluso la vida con tal de lograr su ideal.

Los restos de los Reyes Magos se encuentran en la Catedral de Colonia, un colosal templo gótico con vértices que como lanzas parecen incrustarse en el cielo. Sus melodiosas campanas, varias de ellas que datan del Medioevo, llaman a recogimiento y la evocación.

Colonia, dicho sea de paso, es la urbe más al norte de Alemania que fundaron los romanos. Por eso hay muchas personas con rasgos latinos, de la misma manera que en Múnich, en Baviera, la tierra del papa emérito Benedicto XVI.

Más allá de que la gente crea o no que allí descansan los Magos en una especie de cofre o sarcófago en el altar mayor, lo cierto es que representan a una humanidad irredenta pero ávida de encontrarse con Su Creador.

En ellos estamos representados los que no somos judíos pero que hemos tenido la dicha de conocer esos formidables y sublimes episodios que contravienen el pensamiento del hombre actual:

Un Niño Divino que nace de una Virgen pobre. Siendo todopoderoso, viene al mundo en un comedero de animales. Viniendo de una estirpe real, es hijo legítimo de un carpintero. Siendo el Creador, no tiene donde reposar Su cabeza y es perseguido y exiliado. Sus mejores amigos son modestos e ignorantes pescadores y los parias de la sociedad judía. Afamado como sabio y Maestro, debe morir en una Cruz. Todo un signo de contradicción.

Los Magos lo son también: hombres sabios que se arriesgan en una travesía en busca de la verdad. No temen enfrentar al despiadado Herodes en su momento aunque después lo evitan. Llegan en son de paz y amistad, pero no transigen con la maldad ni se dejan engatusar por el tirano. Siguen una estrella, un sueño, una quimera que no es ninguna garantía ni ganancia. No les importa nada con tal de encontrarse cara a cara con la verdad y la sapiencia, su mayor propósito.

Las profecías hablan de que al Mesías llegaría a adorarlo una multitud de reyes, con todos los pueblos de la Tierra.

Si eran Reyes o si eran dos o tres o cien, lo importante es que nos dejaron un esplendoroso pasaje de esa noche luminosa. Su visita y sus obsequios simbolizan la universalidad, la solidaridad y la necesidad de hacer el bien a la que la humanidad está llamada.

Pero lo más pronto importante es que nos dejaron un testimonio de lucha por encontrarse con la Verdad, de desafiar todos los obstáculos por lograrlo, de resistir la seducción de quienes quieren acabar con ella, de no desmayar con tal de hacer el bien.

Coincidentemente, los versos del Sueño Imposible de El Hombre de La Mancha dicen: “Es mi ideal la estrella alcanzar no importa cuan lejos, se pueda encontrar luchar por el bien, sin dudar ni temer y dispuesto al infierno llegar si lo dicta el deber.

“Y yo sé que si logro ser fiel a mi sueño llegar, estará mi alma en paz al llegar y de vivir el final...”.

Esa fue la visión de los Reyes Magos, esa fue la quimera de Don Quijote. Ese debe ser nuestro propósito diario...

Eso fue lo que pensé frente a la tumba de los Reyes Magos... noble su cometido por impartir educación.

* Periodista