Los alcaldes

Los diputados tienen fama, bien o mal ganada no lo sé, de no hacer nada por sus representados; en cambio, los alcaldes gobiernan —cada día de su gestión— para propios y extraños.

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Por Elizabeth Castro

05 January 2018

Se avecinan las elecciones para diputados y alcaldes. Que me perdonen los diputados (diputadas, siéntanse incluidas por favor), pero he llegado a creer que el verdadero primer poder del estado lo constituyen los alcaldes, no los diputados. Los ciudadanos siempre saben quién es su alcalde (o alcaldesa, siéntanse incluidas ustedes también señoras, por favor), pero muy frecuentemente ese mismo ciudadano ni idea tiene quién lo representa en la Asamblea Legislativa. Cuando se queja, adonde primero se dirige el ciudadano es a la Alcaldía de su localidad, no a la Asamblea. Los diputados tienen fama, bien o mal ganada no lo sé, de no hacer nada por sus representados; en cambio, los alcaldes gobiernan —cada día de su gestión— para propios y extraños. Quizá si viviéramos en un país donde las leyes fueran respetadas, los diputados gozarían de más respeto popular; pero ni se logran conocer las leyes que elaboran y aprueban ni consiguen convencer a los ciudadanos que realmente están preocupados por ellos (y eso que, para difundir las actividades de la Asamblea, les pagamos un canal de televisión y una radio).

Los alcaldes tienen que dar la cara por las obras que hacen o dejan de hacer; los diputados se escoden en “el pleno” (quizás por eso, comparativamente, son más los alcaldes y alcaldesas que se han hecho cirugías estéticas). Dan la cara incluso por las obras que preferirían no haber empezado nunca como esos pequeños “monumentos” que erigió en Antiguo Cuscatlán su eterna alcaldesa, a la sazón recién casada. A propósito, un padre de familia de ese municipio contó, algo indignado, la siguiente anécdota. Se conducía en su vehículo, junto a su pequeña hija, conversando con un amigo arquitecto a quien recién había recogido del aeropuerto. –Y este adefesio… ¿qué es? —preguntó alarmado el arquitecto. “Le dicen el monumento al zipper “—respondió el amigo, atento al tráfico permanente de ese bulevar. “Si te fijás bien, —continuó— al final de los ladrillos está el elemento arquitectónico que te hace pensar en el cierre de un zipper cuando lo ves. Fijate en el que sigue”. –“Tenés razón —contestó el arquitecto— pero igual me parecen adefesios”. La cosa habría quedado hasta allí si no fuera porque apenas segundos después se escuchó la infantil voz de su hija de primer grado, hasta entonces silente en el asiento trasero, preguntar con toda inocencia: “…pero papi… si esos son zippers, entonces… ¿qué serían los árboles que están sembrados en medio?” —“Árboles, hijita, son solo árboles; pero le preguntaremos a la alcaldesa si significan algo más” atinó a decir el atribulado padre antes que sonara la carcajada del arquitecto.

Para bien o para mal, los alcaldes pueden cambiar las ciudades que gobiernan. Por eso será interesante la próxima elección por la alcaldía de Santa Tecla. En su historia reciente, cuando Óscar Ortiz asumió allí su primer mandato, consiguió cooperación internacional y le cambió la cara al Paseo “El Carmen”. A medida que pasaba el tiempo, sus ambiciones políticas personales se elevaron y Santa Tecla pareció quedarle chica. Descuidó su gobierno y los habitantes así lo percibieron. De esta forma, cuando el diputado d’Aubuisson renunció a la curul que tenía segura en la Asamblea Legislativa (era el diputado más conocido de la oposición, según las encuestas, aunque su propio partido nunca se lo reconoció en la práctica) para competir por esa alcaldía, la ganó con facilidad.

El candidato que postulará el Frente, el Dr. Vicente Coto, es uno de los mejores funcionarios llevados por el FMLN al gobierno y ha estado bajo el escrutinio público desde hace años. Primero se desempeñó, sin muchas bullas, en la dirección del Instituto Salvadoreño de Rehabilitación Integral (ISRI). Luego pasó al frente de la Dirección Nacional de Medicamentos (DNM). Al inicio de su gestión soportó fuertes presiones, pero ahora que dejó su puesto allí para contender por la alcaldía, parece salir con la satisfacción de haber concertado con los principales laboratorios nacionales el incremento de los estándares de calidad.

¿Qué tan reñida estará esa elección? Ya lo veremos. Hasta donde hemos visto, tres años son insuficientes para una buena gestión edilicia. Los tecleños dicen estar contentos con la gestión que ha desarrollado su actual alcalde hasta ahora (sobre todo en el tema de la seguridad ciudadana) por lo que creo que se inclinarán por darle un segundo periodo a d’Aubuisson. En todo caso, lo que acá interesa resaltar es que Santa Tecla está imponiendo estándares en sus elecciones edilicias. Sin haberlos mandado hacer a Ilobasco, ambos gladiadores son de lo mejor que tienen los partidos para ofrecer. Así, gane quien gane, los que realmente saldrán ganando son los tecleños que contarán al frente de la alcaldía con funcionarios activos que, sin cirugías plásticas, darán la cara por las obras que hagan o dejen de hacer. Si así fuera en todas las comunas... quizá podríamos reducir en verdad el abultado número de diputados a la Asamblea Legislativa.

*Psicólogo

y columnista de El Diario de Hoy.