Mentiras políticas para sorprender tu voto

El mundo de la política está lleno de conspiraciones, puñaladas por la espalda y juegos de poder que pueden asfixiar a cualquier altruista de corazón blando, que ingenuamente se meta a político.

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Por Mirna Navarrete

01 January 2018

Mi deseo de un feliz año nuevo para 2018, año que nos espera con un primer trimestre de intensa campaña política, cuando los políticos ofrecerán de todo, hasta lo impensable. Y veremos que entre los candidatos a diputados y alcaldes se dirán y tirarán de todo. Debemos recordar que el mundo de la política está lleno de conspiraciones, puñaladas por la espalda y juegos de poder que pueden asfixiar a cualquier altruista de corazón blando, que ingenuamente se meta a político. Las elecciones son un excelente experimento social para demostrar esta tesis.

Si los candidatos dicen en campaña que su enfoque será el aumento de oportunidades de empleo, ningún potencial votante analiza el mecanismo que utilizarán para cumplir la promesa. Ingenuamente, aplaude que hayan incluido un tema tan importante en su plataforma programática. Ejemplo: la otrora infame “fábrica de empleos” que ofertó Funes, hasta hoy esperada por tantos confiados que entregaron su voto a la izquierda, por primera vez.

Considero que el que miente, salvo que sea patológico, ha de tener sentimientos de culpabilidad a resultas de su fechoría. Pero las verdades a medias resultan especialmente repulsivas, en tanto que con eficacia se proponen hacer caer en el engaño al potencial votante.

Existen auténticos expertos en mentir, en decir las cosas de forma que siempre puedan reinterpretarse y cambiarles el significado cuando interesa y con quien interesa. Explicar sólo lo positivo de una situación es otra de las formas maliciosas de mentir. Ejemplo: en mi escritorio no tengo tal proyecto de decreto, pero a los días ese negado decreto es aprobado.

En política, la gente miente para salir del paso, para transferir culpas, cuidar su imagen, conservar parcelitas de poder, impresionar, evadir castigos, justificar omisiones o no evidenciar la idiotez. La gente dice grandes mentiras y pequeñas mentiras.

Debemos de recordar para esta campaña política que se avecina, que las mentiras tienen una vida fugaz, que son de patas cortas; por ello, son repetidas constantemente para que sean asumidas como verdades y así provocar la caída en el engaño del incauto potencial votante. Buscan sorprender el sentido común y convertir su sentido crítico en una acomodada, perezosa y conformista mentalidad de ganado. Sin embargo, es de considerar que la mentira no es una falta de aquel que la trabaja y difunde, sino más bien sus estragos los causa quienes la consumen, los verdaderos culpables, ya que permiten que su conciencia opte por la opción cómoda y poco comprometida. Es más sencillo creer, que conocer, ya que la mentira es suave como el terciopelo, mientras que descubrir la verdad es dura y requiere de un esfuerzo para digerirla.

Distintos puntos de vista de un mismo suceso, opiniones encontradas, repetición hasta lo absurdo e interés por ofuscar una parte de la historia, da como resultado una sobredosis desinformativa que crea la sensación de saberlo todo y no entender nada. La sobreexposición embrutece y fatiga nuestra capacidad de formarnos un criterio.

Normalmente se ofrece debatir, en un escenario en el que dos actores, supuestos antagonistas, se enfrentan en pos de la verdad más desinteresada y altruista, dándonos a elegir distintas versiones de una misma mentira, un “menú del día”, barato y mal cocinado para engordar nuestra indignación y dejar muerta de hambre nuestra inteligencia.

Y hay políticos que anuncian recetas extremistas: Que evaluarán la independencia de los Órganos fundamentales, que les es incómoda. Y sin escrúpulos, prometen realizar estos “cambios”. Hablan de regalar el sector productivo al pueblo. Su pretensión es perpetuarse en el poder a toda costa, estatizando, y para lograrlo cubren las verdades con mentiras y verdades a medias.

 

*Columnista de El Diario de Hoy.

resmahan@hotmail.com