Elecciones, redes sociales, noticias falsas y propaganda política

Un alcalde que basa su popularidad no en las acciones y obras hechas sino en el manejo de las redes sociales y las estrategias mercadológicas, es la nueva forma de hacer política en la era de la realidad virtual.

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Por Mirna Navarrete

30 December 2017

En 2018 los procesos electorales en América Latina estarán a la orden del día; en febrero habrá comicios en Costa Rica y Ecuador; en marzo, en El Salvador, Colombia y Guatemala; en abril, en Cuba y Paraguay; en mayo, en Colombia; en julio, en México; en octubre, en Brasil y Perú, y en diciembre, en Venezuela.

En algunos países como en El Salvador las elecciones serán legislativas y municipales, en Brasil serán generales, en otros, como en Costa Rica, serán presidenciales; en Guatemala y Ecuador habrá referéndum territorial o constitucional; incluso, en Cuba los miembros de la Asamblea Nacional, elegirán, nos imaginamos al único candidato que sucederá a Raúl Castro.

La mayoría de los ciudadanos de América Latina, algunos dicen 7 u 8 de cada diez, tendrán que asistir a las urnas; el análisis de lo que está en juego puede ser variado, desde las particularidades en cada nación, el modelo en el banquillo en algunos países, hasta la incertidumbre que se genera, sin pasar por alto la organización de los eventos o la propaganda previa a cada elección.

De manera particular, en esta nota quiero referirme a un nuevo elemento, actor, dirían algunos, que forma parte de los comicios de manera transversal y que, de no analizarse adecuadamente, pero sobre todo tenerle cuidado y atención e incluso sancionarlo con leyes duras, puede modificar artificialmente los resultados de las elecciones y traicionar la voluntad popular.

Y no me estoy refiriendo a la deficiente organización de las elecciones, incluso torcer los resultados, como al parecer ha ocurrido en Honduras recientemente; me refiero directamente al uso de las “noticias falsas”, a la creación del aparato ficticio de las redes y la web a través de los robots.

Quiero destacar el papel cada vez preponderante de la desinformación como arma política, proselitista, que no solo pretende acabar con los oponentes y resaltar a unos, sino manipular la “conciencia” de la población.

La desinformación como arma política no es nueva, es tan vieja como la misma práctica política, lo nuevo es la metodología y la incorporación de las nuevas herramientas como lo son el internet, la web, las redes sociales y sus apps de mensajería.

El discurso “ofensivo, mentiroso e injurioso” de la plaza pública se ha transformado en las “noticias mentirosas” divulgadas a diestra y siniestra por las redes sociales, amparados por un lado en el anonimato, y por otro en la amplia capacidad para incidir en los internautas que a diario consultan sus teléfonos inteligentes.

Tal como lo hemos sostenido en otras ocasiones, los principios pareciera que son los mismo, lo que cambia son la metodología y los instrumentos; tal es así que se busca “confundir” a la población con mentiras y falsedades, ahora se difunden por las redes sociales, avalados por las ventajas que brindan las redes sociales y en general la web y el internet.

Sin embargo, la cuestión es de fondo, se pretende generar “opiniones” positivas a base de información difundida por las redes sociales que se viraliza, ya sea para fomentar las ventajas de tal o cual candidato como también las debilidades de tal o cual candidato opositor.

Todavía más, la popularidad o impopularidad de un candidato u otro, está dado no por la realidad palpable que se gana con obras y acciones en el terreno y no por los “likes” dados en las redes para fortalecer la “realidad virtual” del político; esto último está fundamentado en estrategias de mercadeo que utilizan el contenido de video, las marcas políticas se apoyan no solo en apps de mensajería como Facebook Messenger, WhatsApp como alternativa a los mensajes de textos tradicionales.

Particularmente, y esto es de fondo que no debemos descuidar, es que los “nuevos políticos” o más bien, los “políticos de hoy”, bajo la lógica actual digital, están enviando sus mensajes proselitistas a través de las apps de mensajería para comunicarse de manera personalizada con sus audiencias.

En pocas palabras, y acá está la clave para entender este nuevo fenómeno, se requiere tomar conciencia de las capacidades del ámbito digital como espacio y cauce para la expresión de emociones políticas, reales o virtuales de tal forma que el internet, la web, las redes sociales y las apps no como instrumentos que se usan para transmitir un mensaje, sino como un lugar de experiencia y subjetivación….dicen algunos teóricos, más que un medio de comunicación se trata de un espacio que habitamos y nos habita...

Hoy más que nunca debemos develar esta realidad, formarnos en esta nueva dinámica y sobre todo legislar para evitar que se engañe a la población, que se manipule la conciencia de los individuos y sobre todo se mine los fundamentos mismos de la democracia.

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com