El corrosivo efecto de la mentira

Repetir una mentira diciéndola con gran seguridad siembra la duda en mucha gente, especialmente en un medio tan lleno de ignorancia como el nuestro.

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Por Mirna Navarrete

28 December 2017

Hace un poco más de una semana el Presidente de la República dio un mensaje navideño en el que resumió la situación del país y las cosas que este gobierno ha hecho para mejorarla. Cualquier persona que conozca El Salvador quedó con la impresión de que el presidente estaba hablando de otro país: todo está en orden, el gobierno ha hecho tantas cosas para mejorarlo que nunca ha estado en mejores condiciones y está planeando hacer otras que lo dejarán todavía mejor, en todas las dimensiones de la vida.

Cualquiera pudiera preguntarse qué esperaba ganar el presidente al pintar una situación tan maravillosa cuando el desastre que es la realidad está a la vista de todos. Diversas encuestas han reportado que más del 80 % de la población piensan que el país está mal o muy mal y porcentajes similares están muy decepcionados de la manera en la que el FMLN ha manejado al país. ¿Por qué entonces pintar una realidad alternativa? ¿Qué gana el FMLN al tratar de esconder la verdad en un medio en el que todo el mundo puede darse cuenta de ella?

Hay varias cosas que puede ganar. Por supuesto, hay mucha gente que quiere creer que todo está bien porque tiene intereses creados en el régimen o porque está cegada por sus emociones, y necesita saber qué cosas dirán todos los del FMLN para defender lo indefendible. Las mentiras de los discursos establecen la línea para defender al régimen.

Pero el FMLN dirige sus afirmaciones de que todo está bien hacia un público que está más allá de su voto duro. Repetir una mentira diciéndola con gran seguridad siembra la duda en mucha gente, especialmente en un medio tan lleno de ignorancia como el nuestro. Aseverar que todo está perfecto puede hacer pensar a mucha gente que el país está mejor que ellos, que el país en realidad está mucho mejor pero que esa mejoría todavía no les llega a ellos. El convencerlos de eso es una ventaja.

Pero la ventaja más grande que el FMLN extrae de estas noticias falsas es más sutil que eso. Al enfatizar tanto la idea de que todo está bien, ellos hacen pensar a la gente que ellos real-mente están creyendo lo que están diciendo, y los hacen pensar que “esa es la verdad para ellos”, y, con eso, que no están mintiendo sino dando sólo una versión diferente de la realidad. Al creer esto, los ciudadanos dejan de estar en el mundo real y dan la misma legitimidad a la verdad y a la mentira. Una vez que ese paso se ha dado, el que esgrime la mentira tiene la ventaja, ya que puede mentir todo lo que quiera y mantener su legitimidad frente al pueblo. Es de esta forma que los demagogos anulan la enorme ventaja de los que están con la verdad. Es en este ambiente de ambigüedad con respecto a la verdad y la mentira que triunfan los que quieren imponer una tiranía totalitaria. Esto lo han entendido todos los demagogos de la historia, desde Julio César, que acabó con la República Romana, hasta Juan Perón en Argentina, desde el comunista Lenin hasta el nazi Joseph Goebbels, desde Fidel Castro hasta Nicolás Maduro.

En su clásico “Los orígenes del totalitarismo”, la famosa científica política Hannah Arendt identificó esa relación entre la confusión de la verdad con la mentira y la posibilidad de ejercer una tiranía totalitaria:

“El sujeto ideal del yugo totalitario no es el nazi convencido ni el comunista convencido, sino la gente para la cual la distinción entre el hecho y la ficción (esto es, la realidad de la experiencia) y la distinción entre verdad y falsedad (esto es, los estándares de pensamiento) ya no existen”.

Es prácticamente imposible que el presidente y el FMLN logren convencer al pueblo de que todo está bien. No pueden ni siquiera convencerlo de que estaba igual de mal antes de que el FMLN tomara el gobierno en 2009. En estos dos años de elecciones, hay que evitar que hagan creer al pueblo que sus mentiras son otra versión de la verdad.

*Máster en Economía

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.