La mamá de las cortesías

Descompresionemos, pero no lleguemos más de 5 minutos tarde a nuestros compromisos. “Ni manejemos si tomamos”.

descripción de la imagen

Por Mirna Navarrete

19 December 2017

El otro día cumplió 55 años mi primo al que le dicen Polanco, y la cita era en un bar de moda a las 7 p.m. Llegué a las 6:30, y como no vi a nadie, di gracias a Dios y me fui. La verdad es que debía cumplir un exigente entreno de madrugada, por lo que, en esta ocasión, mejor descansar que chupar.

Estoy loco. A ningún otro salvadoreño se le ocurre llegar antes de la hora a una invitación, sea esta social o formal.

Caso social: Cuando en la invitación lea 7:30, un salvadoreño NO aparece antes de las 8, a no ser que le interese estar en medio del remolino de la organización del evento. Muy bien lo hace Crowne Plaza, según lo comprobé atendiendo, a la hora de la invitación, a una importante celebración.

Caso formal 1: La cita para limpieza de dientes era a las 8:00, así solicitada para estar puntual en reunión de las 9. A las 8:25, pip, pip, anuncia la llegada el odontólogo, “Viera cómo está la trabazón; ¡media hora de Santa Elena a Multiplaza!”.

Caso formal 2: La convocatoria dice 9 a.m., hasta te pita tu celular media hora antes. Pero, de 9 a 9:30, se le da chance a que los demás lleguen, haciendo pedazos a Gerson, y tomando cafecito con el mate de revisar correos, pero perdidos en Facebook.

¡Mal hecho!

No solo la impuntualidad es dinero, es una falta de respeto. Siento una enorme vergüenza, cuando figuró nuestro presidente por violar, 22 minutos, la agenda del Santo Padre. Siento una carcajadita al recordar la foto de la exembajadora gringa, bien colorada, esperando en San Miguel al mismo presidente de ingrata recordación.

La puntualidad se hereda, y como que va en crescendo. De grata recordación, la puntualidad filuda de mi abuelo materno, también en las venas de mi mamá, de mis tíos (QDDG) y, aún más filuda, en las venas de mi hijo, gracias a sangre y educación alemana.

Contaba mi abuelo que tremendo pitazo, desde el Palacio Nacional, anunciaba las doce del día y su reacción inmediata era ajustar las agujas y darle cuerda a su reloj, antes del sopón, la fruta fresca y la siesta en su casa en Santa Tecla.

Opina nuestro varón: si estás 5 minutos antes, estás a tiempo. Si estás a tiempo, ya estás tarde. Si estás tarde, ya no estás, y además indicás que te vale sorbete el tiempo de los demás.

De acuerdo, Diego, la puntualidad es la mamá de las cortesías, pero debemos respirar hondo y así tolerar un par de minutos tarde, 5 digamos; “Ok, pero nunca media hora”, responde el chele con acento alemán.

En los 70, los relojes seguían chuecos por lo que, con frecuencia, marcábamos el 14 para que la robot informara: “Son las 9, 17 y 20”. Algunos majes le daban las gracias, justo antes de ajustar las agujas y darle cuerda a su reloj. Otros veían la hora en los canales 8 ó 10 de su tele blanco y negro.

Cuando privatizaron Antel, empezaron a cobrar por la hora y, para hacer más pisto, le quitaron los segundos. “Son las 9 y 17”.

Y así los segundos se convirtieron en atrasos de minutos, de cuartos y medias horas, y los descarados de ¡una hora o más!

Cierto, ya no hay tremendo pitazo de medio día, ni existe el 14, pero la hora está en tanta pantalla digital. “¡Mirá tu celular!”, recuerda la lorita Pepita.

Hablando de lorita, en estos días - tipo 6, me suspira al oído: “Ya va siendo hora de una cervecita”.

Cierto, lorita, es hora de decompresionar, celebrar los logros del año, recordar a los que nos dejaron, unirnos en familia, amistad y Nación, de apoyar al prójimo, de cargar las pilas para un nuevo año; bien cargaditas porque va a estar jocote.

Descompresionemos, pero no lleguemos más de 5 minutos tarde a nuestros compromisos. “Ni manejemos si tomamos”, se oye desde el patio.

La mamá de las cortesías es merecedora de nuestro respeto. ¡Feliz Navidad! ( y feliz cumpleaños, Polanco).

*Columnista de El Diario de Hoy.

calinalfaro@gmail.com