Todo el mundo está hablando del tal bitcóin, incluso personas que no saben nada y a lo mejor saben muy poco sobre inversiones.
De ser cierto, el bitcóin es una moneda digital, diseñada para ser escasa, anónima y segura, cuyo precio ha crecido vertiginosamente, a pesar de que, tal vez, algún día ciertas personas podrían pensar reemplazar el sueño del dólar.
Los contratos futuros del bitcóin, que se negocian a uno, dos o tres meses, comenzaron a ofrecerse en el mercado de Chicago con un precio de 15,000 dólares y llegaron hasta 19,330 dólares. La criptomoneda, basada en la tecnología, comenzó este año por debajo de los 1,000 dólares y ha incrementado su valor a un ritmo vertiginoso.
A menos que hoy en día estemos pensando negativamente, sabemos que los precios del bitcóin tienden a desvanecerse. La gran pregunta es: ¿podría alguna divisa virtual, la cual solo existe en la pantalla de una computadora, de verdad hacer realmente una diferencia que valga la pena?
Los bitcoines entran al mundo digital, resolviendo ciertos problemas matemáticos. Grandes empresas, las cuales usan enormes potencias, potencias masivas de cómputos, las cuales son esenciales para ejecutar cálculos matemáticos, que día con día son cada vez más complejos. Debemos entender que en estos tiempos las computadoras dedicadas a resolver ese tipo de problemas matemáticos llenan edificios enteros. Este negocio es crucial y es un rubro importante en el mundo del bitcóin.
No podemos seguir hablando del bitcóin sin que antes todos nos formulemos una pregunta fundamental: ¿Qué es el dinero? El dinero es simplemente el activo más líquido, en un lugar y tiempo determinado. Casi todos lo aceptan como pago, porque confían en él, y le confían porque saben que todos lo aceptan. La gran pregunta es: ¿Podría el bitcóin u otra criptomoneda llegar a ese nivel de confianza? Podríamos decir que sí, pero eso es una utopía que tendría que cruzar un río muy ancho.
Nuestro billete, amigo lector, el dólar, es la moneda de curso legal para pagar todas nuestras deudas, sean estas públicas o privadas. El Gobierno de los Estados Unidos dicta el hecho de que todos debemos aceptar la moneda y sin discusión todos lo hacemos.
Nada nos impide aceptar otras monedas. Uno puede intercambiar gallinas por vacas, o viceversa, y esto es posible sólo si todos estamos de acuerdo. Ante todo, y a nivel global, se debe informar cualquier ganancia que sea imponible, en términos de dólares y de ser pertinente pagar los respectivos impuestos en dólares. En el actual mundo moderno los gobiernos definen el dinero y su curso legal, porque tienen el poder absoluto para definir y hacerlo. El gran valladar es ¿cómo debemos pagar nuestros impuestos? Sin duda, esa indispensable política debe educarnos a pagar lo que corresponde, ya que los gobiernos nunca van aceptar vacas, pollos, yen, oro o bitcóin. El Fisco exige dólares, punto.
Siempre que paguemos una parte significativa de nuestros ingresos en impuestos, debemos poseer en cantidades suficientes para pagar nuestras obligaciones tributarias cualquier moneda que el gobierno acepte como pago. La contabilidad comercial debe usar moneda dictada por el sistema de gobierno, como unidad de cuenta. Esto significa que la mayoría de la gente usará la misma moneda para gastos e inversiones personales. Esto le da al dinero emitido por el Gobierno de los Estados Unidos, una ventaja automática sobre el susodicho bitcóin o cualquier otro competidor.
Cuando los gobiernos comiencen a coquetear con el bitcóin el pago de impuestos esta transacción virtual se va a llamar “dinero”. Hasta entonces eso es simplemente otro activo de riesgo como el oro o acciones.
*Columnista de El Diario de Hoy.
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