El precedente sentado

Hay pocas cosas tan incontestables como la edad que una persona tiene. En su tipificación, el delito no demanda que alguien, además, parezca mayor de edad.

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Por Mirna Navarrete

18 December 2017

El juicio en el que se procesaba a una personalidad del entretenimiento salvadoreño y a otros tres implicados por el horroroso delito de pagar para tener relaciones con una menor de edad dio por fin sus resultados. Caminaron libres los cuatro hombres, provistos de una nueva oportunidad para poder olvidar sus meses en la cárcel. Según reportajes, durante el proceso se desestimó el principal testimonio, el de la víctima, por tener “incoherencias”.

El tribunal, aparte, terminó estableciendo además que la víctima, al momento de ocurrir los hechos, “no tenía apariencia de menor de edad”.

No es descabellado preguntarse por qué importa qué apariencia tenía la víctima si uno de los elementos necesarios para demostrar la existencia del delito era establecer su edad al momento de los hechos y hay pocas cosas tan incontestables como la edad que una persona tiene. En su tipificación, el delito no demanda que alguien, además, parezca mayor de edad.

Pero, por supuesto, todo lo que podemos decir del proceso y sus méritos será mera especulación. No tenemos suficiente información, puesto que el juicio se llevó a cabo con el privilegio que otorga la reserva, a puerta cerrada, solicitada por la Fiscalía.

Los reportes periodísticos del caso dieron mucho que desear, puesto que en muchos casos se reportaba sin ofrecer contexto alguno (¿qué otros casos conexos perseguía la fiscalía y cómo impactaban este? ¿cuántas condenas ha habido de este tipo en el país? ¿con qué habitualidad persigue la Fiscalía delitos de este tipo y qué experiencia tenían los fiscales al respecto?) o sin la rigurosidad de lenguaje jurídico debería requerir el reporte de un proceso judicial (en algunos reportajes se decía que los imputados pagaron fianza sin aclarar que esta fue parte de las medidas cautelares previas a la sentencia, por lo tanto, inconexas al veredicto final). Cuando mejor, los reportajes enfocados en las víctimas y buscando el ángulo de combatir que se sigan dando estos hechos en nuestra sociedad, se personalizaban al punto de parecer un drama novelado para la televisión, explotando la sordidez del asunto. Cuando peor, se reportaba como el segundo tiempo de un partido de fútbol: el enfoque entero en la “fama” y celebridad de uno de los acusados, en que al minuto 20 la Fiscalía dijo esto y los imputados se miraban tensos.

El caso con el que, según reportajes, la Fiscalía buscaba “sentar precedente en favor de niños y mujeres” lo único que hizo fue revelar que el precedente está más que sentado, apoltronado en contra de la confianza al sistema de justicia del país. El precedente que tenemos es que habrá poca transparencia en cuanto a las tácticas que escoge la Fiscalía para tratar un caso.

Que serán los fiscales quienes dicten la cobertura mediática que tiene un proceso de interés público, puesto que la reserva les permitía tal cosa. Que contarán con atención mediática que les permitirá tal cosa, reportando sin contexto alguno, en innumerables casos condenando a priori a los imputados, o en otros, generando simpatía contra sujetos que podrían ser verdaderos depredadores monstruosos. El precedente sentado nos informa que en muchos de estos casos el sinsabor que queda es el de la duda. Y la duda es veneno en lo que a la confianza al sistema judicial se refiere.

¿Por qué es tan importante que la duda nunca acompañe una sentencia judicial, del tipo que esta fuere? Porque garantías de importancia constitucional como el debido proceso y la presunción de inocencia se basan precisamente en que la palabra del tribunal es una en la que se puede confiar. En la confianza de que hubo fiscales que actuaron con los mejores intereses de la víctima en mente, sin los incentivos del sensacionalismo de la atención mediática y la fama de los quince minutos. Que se ocuparon los recursos adecuados para construir el mejor caso posible y presentarlo con pulcritud y profesionalismo. Que la diferencia de recursos entre lo que puede pagar un imputado y una víctima por una defensa legal importa poco con un tribunal justo, el mayor democratizador en una sociedad de ciudadanos iguales. Y, sin embargo, queda la duda, que nos arruina la confianza y hace que el sistema judicial entero huela a podredumbre. Y esa deprimente desconfianza es el precedente sentado.

*Lic. en Derecho de ESEN

con maestría en Políticas Públicas

de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg