Clasismo de mercadeo

El inglés en la capital de El Salvador tiene presencia abundante, por la influencia cultural y migratoria y quizás, en parte, por el poco aprecio que tenemos de lo propio.

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Por Mirna Navarrete

11 December 2017

A veces la familiaridad ofusca la objetividad. Es decir, cuando se está demasiado cerca de una situación se vuelve mucho más difícil percibirla por lo que es, hasta que alguien más nos alerta de lo que debería ser obvio. Algo así me pasó esta semana, cuando viendo un video en redes sociales, en el que se anunciaba una fiesta de Navidad salvadoreña, una amiga estadounidense me preguntó: “¿Por qué lo anuncian en inglés?”.

Es una fiesta cara, pero espectacular, en un hotel capitalino. Todos los años recauda miles de dólares, que los organizadores donan a una fundación caritativa. Y aunque el nombre de la fiesta es en español, la publicidad es, toda, todita, enteramente, en inglés. Mi amiga estadounidense, casi con incredulidad, me dijo: “¡Yo pensaba que en El Salvador se hablaba español!”. Y nada, le expliqué que en teoría sí. Por lo menos oficialmente. Pero que la influencia cultural estadounidense es innegable y que son millones los salvadoreños a quienes la migración al Norte nos ha dividido la familia; que muchos de los productos culturales que consumimos son “made in America”; que hasta gastamos en inglés y los 25 centavos son “coras”; que gran parte de nuestro dialecto informal y generacional es spanglish, dejando en evidencia el masificado consumo cultural anglosajón, en parte porque nos cuesta muchísimo apreciar lo propio.

E inevitablemente, aceptar lo anterior implica explicar que, por alguna razón idiota, nos abunda el complejo de inferioridad cultural; que hemos dejado que la influencia gringa tome una fuerza aspiracional y las ofertas por alguna razón son más “cool” si nos las venden como “sale” o como “black fraidei”; que hay bares y restaurantes, sobre todo esos en la San Benito, cuyo menú es enteramente en inglés. “¿Para atraer al turista?”, me preguntó mi amiga. ¡Ojalá! Y sí, quizás en parte. Pero la triste realidad de las cosas es que en un país donde la educación pública es malísima, donde se gasta un patético porcentaje del PIB en educación y donde la educación privada bilingüe es un privilegio de clase a menos que se dé la intervención de iniciativas cachimbonas como “¡Supérate!” y otras, el marketing en inglés es puro clasismo idiota.

Sí, el inglés en la capital de El Salvador tiene presencia abundante, por la influencia cultural y migratoria y quizás, en parte, por el poco aprecio que tenemos de lo propio. Pero, y aunque a veces tratemos de ignorar el tema por incómodo, cuando se trata del mercadeo, el inglés en nuestro país es clasista, porque se usa para vender aspiracionalidad y denotar exclusividad. Para excluir de conversaciones y segmentar mercados. Quizás sin mayor intencionalidad.

Quizás la gente organizando esa fiesta navideña, tan cara y tan exclusiva, ni siquiera se cuestionó por qué estaba escribiendo “early bird” en vez de “tarifa de compra anticipada”, u “open bar” en vez de “bar abierto”. Quizás cuando redactaron “ask hotel for special room fares” habían momentáneamente olvidado la riqueza del español, un lenguaje con posibilidades impresionantes de decir la misma cosa de más de una manera, capaz de esconder sentimientos e ironías de tantas formas distintas y con pluralidad de sinónimos. O quizás, y casi probablemente, la familiaridad del privilegio no les hizo preguntárselo dos veces.

Y por eso seguiremos haciendo mercadeo en inglés. Para explotar el clasismo y atraer a quienes aspiran a tener esa familiaridad de no preguntárselo dos veces. Evitando la incomodidad de preguntarnos por qué...

 

*Lic. en Derecho de ESEN

con maestría en Políticas Públicas

de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg