Aprendamos de Honduras

Si los salvadoreños queremos agarrar lección de lo sucedido en Honduras, hay que tener en la mira el trabajo del Tribunal Supremo Electoral. Es necesario que se garantice un proceso transparente y sin manipulaciones.

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Por Mirna Navarrete

11 December 2017

Honduras está en serios problemas. Hubo elecciones, pero no tienen presidente. La oposición cree que hay dictadura. Súmele que el pasado jueves los opositores desconocieron al Tribunal Supremo Electoral y han pedido que sea un tribunal internacional el que cuente las actas. La Organización de Estados Americanos enumeró una serie de más de diez irregularidades en el proceso y no descarta que la solución sea una nueva elección. Este el peor de los escenarios. El mecanismo de delegación de poder en la república carece de legitimidad y legalidad para una buena parte de la gente. Su gobierno actual perdió credibilidad.

La crisis electoral hondureña es una suma de sucesivas irregularidades institucionales. A la raíz, la sospecha de que el presidente Juan Orlando Hernández manipuló la elección. Esto no se trata de si la izquierda es la víctima y la derecha la victimaria. En Venezuela, por ejemplo, la derecha dice ser la víctima de la izquierda. Aquí de lo que se trata es del respeto a la voluntad de los votantes y a la institucionalidad de una república democrática.

Las irregularidades vienen desde la inscripción de sus candidatos. Hernández se adjudica la candidatura del Partido Nacional con base en una sentencia de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema, la cual declaró inaplicable la prohibición de reelección presidencial. Es decir, la Sala dijo que un artículo de la Constitución es inconstitucional. Esto es una contradicción en sí misma. Toda la Constitución por su naturaleza misma es constitucional; queda en duda entonces la legitimidad de una candidatura que surgió de una sentencia complicadísima, cuya interpretación buscó favorecer a un individuo más que a la misma lógica de la democracia.

La prohibición de reelección de gobernantes nace como rechazo a aquellos que políticamente se consideran imprescindibles al frente de un país. La alternabilidad en el ejercicio de la presidencia se establece como una “cláusula pétrea” (inmodificable) dentro de las constituciones, con lo cual el mismo sistema busca preservar su integridad contra personas que pretendan adueñarse de un Estado. Sin embargo, casos como el de Daniel Ortega en Nicaragua y Evo Morales en Bolivia ponen sobre la mesa el riesgo de perpetuación en el poder que está surgiendo en diversos países latinoamericanos a través de sentencias constitucionales.

Por esto es importante la elección de Salas, Cortes o Tribunales Constitucionales. Deben nombrarse magistrados que defiendan la institucionalidad y el republicanismo. Los jueces deben defender la Constitución y los principios republicanos, no a personas, incluyendo a caudillos que solo buscan el poder. Además, debemos perder el temor a la alternancia en el poder de los gobernantes, tanto de personas como de partidos. Si un gobierno va a continuar que sea porque es el reconocimiento a sus resultados y a sus políticas de gobierno, no a manipulaciones a los procesos.

El rol del Tribunal Supremo Electoral también ha sido sumamente cuestionado en las elecciones hondureñas. En un proceso electoral poco transparente, los alegatos de fraude toman relevancia. La Misión de Observación Electoral de la OEA reportó irregularidades en el procesamiento de actas y demora en la publicación de datos, con lo cual no se puede tener certeza de los resultados; los bajones de energía eléctrica y los repentinos (y sustanciales) cambios en el conteo de votos no han dejado de ser un fantasma de corrupción en Latinoamérica.

Si los salvadoreños queremos agarrar lección de lo sucedido en Honduras, hay que tener en la mira el trabajo del Tribunal Supremo Electoral. Es necesario que se garantice un proceso transparente y sin manipulaciones. También los ciudadanos debemos comprender que ni la derecha ni la izquierda por sí mismas son una garantía de democracia. Si no existe respeto a las instituciones y a los procesos electorales, y el objetivo únicamente es mantener el poder, cualquier ideología nos puede llevar a regímenes con tintes autoritarios y en el peor de los casos a un caos. Tenemos dos elecciones pronto, abramos los ojos, no queremos fraude. Aprendamos de Honduras.

 

*Columnista de El Diario de Hoy.