Cómo pasar de imperio a museo

El ejemplo de Venecia nos demuestra que tanto el comunismo, el socialismo y el mercantilismo capitalista poseen una característica en común: impiden el desarrollo de los países y afectan los derechos económicos y políticos de las mayorías.

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Por Mirna Navarrete

11 December 2017

Para algunos, la riqueza y la prosperidad “están ahí”, al alcance de la mano de cualquiera. El secreto –según ellos– más que el esfuerzo, estudio, innovación y trabajo continuo, es simplemente ser lo suficientemente vivo como para llegar al final del arcoíris, a donde se encuentra el tesoro y así poder arrebatarlo, sin ponerse a pensar que muchos empresarios se encuentran hoy saboreando las mieles del éxito, luego de pasar muchos sinsabores, noches sin dormir, deudas que pagar, impuestos y prestaciones laborales que cumplir, retos que superar y esfuerzo, mucho esfuerzo, en algunos casos, esfuerzo sostenido por varias generaciones.

Lo más curioso de todo es que la riqueza es escurridiza: quien no innova y es sensible a la tendencia de los tiempos, con los años sus productos se convertirán en piezas de museo. Lo notable es que al igual que a las empresas, le pasa también a los países. Un ejemplo histórico: Venecia.

Probablemente en la Edad Media, era el lugar más rico del mundo; con un conjunto avanzado de instituciones económicas y políticas inclusivas, que implicaba que cualquier persona con talento y mérito suficientes, dispuesta a trabajar, emprender y correr riesgos, podría alcanzar el éxito económico e incorporarse a la vida política.

La razón de su riqueza fue su estructura legislativa, ya que contaba con leyes que permitían y estimulaban el emprendimiento comercial, fomentando la libre asociatividad entre financistas y ejecutores de las misiones comerciales: aquellos emprendedores que no temían en volcarse al mar en misiones comerciales o de exploración para desarrollo de los mercados, podían encontrar el apoyo económico para el desarrollo de sus planes comerciales. Los financistas aportaban los recursos económicos y los emprendedores ponían el conocimiento, riesgo personal y el recurso humano. Al final de la aventura comercial, compartían las utilidades en un 60/40. El más famoso de esos aventureros comerciales venecianos fue el célebre Marco Polo.

La inclusividad económica permitió que muchos emprendedores se convirtieran en “nuevos ricos”. Según los censos oficiales de la época, las “nuevas familias” registradas con poder comercial crecieron en un siglo en un 65 %. La inclusividad económica iba aparejada de una amplia participación política, lo cual comprueba que entre más se encuentra distribuido el poder económico entre los integrantes de una sociedad, menos capacidad tienen “los de arriba” para bloquear las iniciativas y la participación política de “los de abajo”. Modernamente esto sucede cuando una sociedad posee amplias clases medias, que aspiran a más participación económica en la sociedad y su derivado, una mayor participación política.

El creciente poder económico de amplios sectores sociales generó el primer cambio político importante: el Duex de Venecia, otrora un todopoderoso magistrado, tuvo que aceptar ceder su poder a un “Consejo Ducal”, lo cual transformó a Venecia, pasándola de una cuasi monarquía a un Estado Parlamentario. Los cambios políticos inclusivos no se detuvieron con el hecho de restarle poder al Duex, se trasladaron al ámbito legislativo y judicial, creándose tribunales en donde los ciudadanos eran juzgados por sus iguales, con cámaras de apelación y nuevas leyes relativas a la bancarrota, garantía de la propiedad privada, acceso al financiamiento y desarrollo de una estructura de protección para los contratos mercantiles.

Entonces ¿qué pasó? Luego de 2 siglos de prosperidad continua, debido a su sistema económico y político inclusivo, Venecia dio un giro: el Gran Consejo llegó a ser dominado por la élite política y económica, por lo que decidió “cerrar su sistema”. Se tomaron el gobierno sin posibilidad de ser removidos, con veto sobre cualquier persona “nueva” que quisiera ingresar a él. Controlando el Consejo, dictaron leyes que beneficiaban a las elites económicas y políticas y a sus lacayos. La “cerrata” política llevó a una progresiva “cerrata” económica: se limitó el acceso al crédito a los nuevos empresarios, se incrementaron los impuestos y eventualmente se nacionalizó el comercio. Eso marcó el fin del Imperio veneciano: pasó de ser una sociedad capitalista abierta, a una entidad mercantilista que practicaba el capitalismo entre compadres excluyendo a los demás, provocando que Venecia pasara de ser un imperio económico, para convertirla –por la voracidad de sus gobernantes y élites económica– en lo que es hoy: un gigantesco museo.

El ejemplo de Venecia nos demuestra que tanto el comunismo, el socialismo y el mercantilismo capitalista poseen una característica en común: impiden el desarrollo de los países y afectan los derechos económicos y políticos de las mayorías; y nos demuestra que la única forma que un pueblo puede desarrollarse es por medio de la libertad económica y política, el estímulo del emprendimiento individual, la educación, el respeto irrestricto al comercio, inversión y propiedad privada, garantizando la aplicación de la ley para todos por igual; caso contrario, nuestros países seguirán siendo –no un museo como Venecia– sino un simpático y gigantesco escaparate para venta de artesanías.

*Abogado, máster en leyes.

@MaxMojica