Totalitarismo democrático

El “manual” de esos gobiernos contempla hacerse con el control de todas, todas, las instituciones del Estado, con prioridad indiscutible del sistema judicial en general y de las cortes que velan por la constitucionalidad.

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Por Carlos Mayora Re

09 December 2017

Los últimos años en América Latina han visto la llegada, y en algunos casos la salida, de gobiernos del autodenominado “socialismo del Siglo XXI”, una forma de entender la cosa pública que, apoyándose en viejos mitos socialistas y bastante mesianismo, logra empobrecer moral, jurídica y económicamente las naciones donde se instala.

En todas partes, sin excepción, los socialistas de esa línea han llegado al poder por medio de los votos y se han atornillado en los palacios de gobierno por medio de la manipulación de las leyes. Quienes han sido desbancados por medio de sufragio popular lo fueron porque se creyeron sus propias patrañas: grandilocuencia, populismo, antiimperialismo, discurso de odio de clases… y pensaron que los ciudadanos se iban a tragar eternamente el cuento. Sin embargo, la gente no es tonta, y si le dan oportunidad de votar —siempre que el sufragio no sea ni manipulado, ni encauzado por el torcimiento de las leyes— despoja del poder a los ineptos y a los que lo utilizan para provecho personal.

Eso de utilizar la democracia como caballo de Troya para asaltar el poder no es nuevo… comenzó, precisamente, con los griegos. Tampoco es novedad la manipulación de las leyes del Estado, principalmente de la Constitución Política, cuando quienes gobiernan pretenden eternizarse en el poder.

Retorcer el Estado de Derecho no es, tampoco, exclusivo del pensamiento de izquierda: Colombia y Honduras son ejemplos de modificaciones legales desde las cúpulas, por parte de personajes de derecha, con miras a permitir la reelección presidencial.

Lo que sí parece exclusivo de los del Siglo Veintiuno es hundir las sociedades en el caos y después pretender que la parte de la población que depende del Estado para su supervivencia (en la mayoría de los casos) y de su bienestar (si pertenecen a la nueva oligarquía que crean), será suficiente para ganar reiteradamente las votaciones y seguir en el poder hasta que el cuerpo aguante.

Además, en caso se les tuerzan las cosas —es decir, si empieza a haber sospechas de que manipulan resultados cuando una y otra vez “ganan” a sus contrincantes por diferencias minúsculas de votos— lo solucionan “comprando el árbitro”. Es decir, tomando control de los distintos organismos que manejan las elecciones en los países donde su forma de ejercer el poder produce tantas desgracias, que resulta natural que la gente se exprese en las urnas a favor de la oposición.

Entonces se llega a un punto en el que la verdadera defensa de la nación no es solo a través de los votos, sino por medio del fortalecimiento de las instituciones del Estado, la separación de poderes y la vigilancia activa, a cargo de los medios de comunicación tradicionales y de las redes sociales, de los hechos y dichos del gobierno.

El “manual” de esos gobiernos contempla hacerse con el control de todas, todas, las instituciones del Estado, con prioridad indiscutible del sistema judicial en general y de las cortes que velan por la constitucionalidad de las leyes en particular; controlar los tribunales o instituciones que organizan, hacen posibles y dan los resultados de las elecciones; someter el ejército y los cuerpos de seguridad, la academia pública y privada; y —cómo no— los medios de comunicación (por eso es tan preocupante lo que ha pasado recientemente con la Siget, que ha sido prácticamente confiscada a los privados por medios poco claros): todo para asegurarse no solo el control total sobre las instituciones, sino también sobre el pensamiento de los ciudadanos.

Si hacerse con el poder por medio de los votos y perpetuarse en él por medio de la combinación de manipulación-creación-modificación-ignorancia de las leyes, instituciones, medios de comunicación no es totalitarismo ¿qué otra cosa puede ser?

*Columnista de El Diario de Hoy.

@carlosmayorare