¿El diagnóstico equivocado?

El diagnóstico no es que el FMLN nos lleva al marxismo y que ARENA es la solución de la debacle actual, sino la nula distinción que ambos hacen entre la agenda partidaria y la agenda de país. Es momento de ser una sociedad civil activa, pero también astuta y menos impresionable.

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Por Mirna Navarrete

06 December 2017

Hace unas semanas, algunos de los principales voceros del FMLN emitieron comentarios sobre las aspiraciones de este partido para el país. Entre ellas, se mencionó la postura ante la propiedad privada, los medios de comunicación y la Sala de lo Constitucional.

En diversos discursos resaltó, como siempre, la matonería del partido de gobierno, que se muestra hostil ante cualquier crítica a su forma de gobernar.

Esto, en sí mismo, es preocupante. Un cuarto de siglo después de la firma de la paz y en medio de un mundo que demanda una profundización de la democracia no es poca cosa que uno de los actores políticos más importantes del país muestre tan poco interés por la institucionalidad y una economía abierta y funcional.

Habiendo dicho esto, me parece que el discurso del FMLN tiene grandísimas inconsistencias con la forma en que en efecto gobierna. Por tanto, si bien es legítimo criticar estas palabras incendiarias, me parece que asumir que estamos en camino a convertirnos en otra Venezuela o Cuba es una aseveración exagerada y alejada de la realidad.

No hay homogeneidad ideológica, solidez financiera ni respaldo social suficiente para construir un movimiento que efectivamente socave las bases “seudoliberales” de la economía salvadoreña y veo difícil la construcción de un modelo autoritario al estilo de los citados países, en medio de una sociedad civil más o menos activa, con medios tradicionales bien arraigados y una creciente cultura de periodismo investigativo y emprendimiento periodístico digital que se posicionan como posibles salvaguardias de la democracia.

Las alarmas de que nos estamos convirtiendo en una Habana en Centroamérica lucen panfletarias y simplistas. Esto no quiere decir, sin embargo, que no tengamos que preocuparnos, por ejemplo, por la salud de instituciones que han dado muestras de independencia y que sin dudarlo el FMLN socavaría, pero diagnostiquemos bien el problema para no saltar a conclusiones exageradas que nos prepararán para fantasmas que realmente no están sucediendo.

¿Qué es lo que sí está pasando? Durante los ocho y medio años del FMLN hemos visto un aparataje institucional que pasa de estar en función de “lo público” a estar en función del partido en el poder y sus aliados. Esto no es un fenómeno nuevo. De hecho, fue una de las características principales de los gobiernos de ARENA, donde las instituciones de control jurisdiccional protegieron a los funcionarios de ese partido y fueron siempre más estrictas con la oposición.

La principal amenaza a la democracia actual es una que ya conocemos bien, pero por alguna razón fue poco discutida, reporteada y denunciada entre 1989 y 2009. El FMLN y ARENA se parecen mucho en su estilo de gobierno. En vista de que ninguno ha alcanzado suficientes escaños para una mayoría simple, en lugar de buscar acuerdos con su mayor contrincante, han hecho concesiones peligrosas a los partidos minoritarios para lograr gobernabilidad, pero también control e instituciones a su favor.

Asimismo, a lo largo de la joven democracia salvadoreña ningún gobierno ha logrado proveer soluciones a los principales problemas del país. Eso lleva a la ciudadanía a la desafección y el desencanto y éstos a favorecer soluciones “rápidas” como las manos duras o las medidas extraordinarias, que no mejoran la situación, solo colocan parches publicitarios y cortoplacistas.

Estas son algunas de las amenazas que El Salvador ha vivido y no son exclusivas de un partido u otro. Se puede argumentar que ha habido mayor incapacidad y un peor manejo de la cosa pública en uno u otro momento, pero más allá de la retórica, la vocación democrática de ambas agrupaciones políticas deja mucho que desear.

El diagnóstico, por tanto, no es que el FMLN nos lleva al marxismo y que ARENA es la solución de la debacle actual, sino la nula distinción que ambos hacen entre la agenda partidaria y la agenda de país.

Es momento de ser una sociedad civil activa, pero también astuta y menos impresionable. Si compramos la retórica exagerada, nos veremos en la penosa situación en la que están los hermanos hondureños, donde se critican duramente las prácticas antidemocráticas del contrario, pero se callan o se excusan las del propio. Y ese sí es el camino en el que se socava el sistema actual.

*Columnista de El Diario de Hoy.

@docAvelar