Históricamente ha habido ideologías políticas de diversa índole, que en el momento de su aparición las personas que las lideraban prometieron con discursos intachables y bien elaborados, un paraíso en la Tierra, un lugar donde la palabra desigualdad desaparecería sin dejar rastro.
Desde el nacional socialismo de Adolfo Hitler, el Partido Nacional Fascista en Italia con Mussolini, el comunismo de Joseph Stalin, fueron ideologías políticas que tuvieron mucho poder, jactándose de ser la solución real para una vida sin asperezas económicas y eliminar carencias de cualquier tipo, persuadiendo a una infinidad de personas que los siguieron hasta su hundimiento.
Estas ideologías trajeron muerte, miseria y destrucción al mundo; tristezas y lamentos aún se perciben en el legado de este pasado decadente de nuestra humanidad. Es preocupante ver cómo la historia se repite y estas ideologías siguen mermando la democracia y libertad de varios países. Herederos de estas nefastas doctrinas políticas aparecen con el tiempo. Tuvimos recientemente a un Hugo Chávez instaurando un llamado Socialismo del Siglo XXI en Venezuela con apoyo de varios adeptos y autómatas ideologizados.
En Brasil, Antonio Palocci, ministro en los gobiernos de los expresidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, fue condenado a doce años y dos meses de prisión por corrupción pasiva y lavado de dinero; fue hallado culpable de haber acordado “sobornos entre el grupo Odebrecht y agentes del Partido de los Trabajadores (PT)”, según la sentencia.
El expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva fue también condenado a nueve años y medio de prisión por corrupción pasiva y lavado de dinero. Dilma Rousseff fue destituida como presidenta de Brasil por firmar en 2015 tres decretos por los que concedía créditos de bancos del Estado para pagar determinadas deudas públicas. Para haber promulgado esos decretos habilitando esos créditos era necesario pedir autorización al Congreso, conforme a lo previsto en la Constitución, cosa que no hizo la expresidenta brasileña. El Senado destituyó a Dilma amparándose en la ley de Impeachment, mediante el cual se pueden imputar cargos contra un alto cargo del gobierno.
Vemos cómo esta moderna ideología socialista que prometía cambios radicales en la administración de los gobiernos repitió la corrupción que tanto había criticado de gobiernos anteriores y de oposición. Hugo Chávez, el presidente de los pobres, decía: “Ser rico es malo”. Lo predicaba de puertas para afuera solamente. En el mundo hay 199 países, según la ONU. El fallecido Hugo Chávez alcanzó a visitar 180. Contaba con una exclusiva flotilla de aviones, adquiridos en su mayoría por PDVSA. El mayor es un Airbus con capacidad para 90 pasajeros. Lo utilizaba cuando viajaba con sus inmensas comitivas que incluían funcionarios, familiares, personal de seguridad, médicos y cocineros. Es así como llegaron en una ocasión a París y alquilaron dos pisos del costoso hotel Rafael, donde la noche vale 3.500 euros. El principal asesor del expresidente salvadoreño Mauricio Funes en la campaña que lo llevó a ganar las elecciones de 2009, el publicista Joao Santana, fue condenado a 7 años y 6 meses de prisión por los delitos de lavado de dinero y corrupción.
Es angustiante cómo nuestro gobierno tiene como referentes políticos al fallecido Hugo Chávez y al presidente actual venezolano Nicolás Maduro. Teniendo casi dos millones y medio de salvadoreños en EE. UU. y siendo este país nuestro principal benefactor económico y a un Medardo González gritando a los cuatro vientos que su brújula política son Cuba y los personajes antes mencionados, es muy probable que en el 2018 le digamos bye bye al TPS.
*Colaborador de El Diario de Hoy.
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