Política de simplismos

El oficialismo pelea contra un fantasma teórico al llamar “neoliberal” a su principal adversario político, y en el mismo absurdo cae Nayib Bukele al tildar de “neoliberal” al partido que acaba de expulsarlo. Ni él ni sus antiguos camaradas entienden exactamente de qué hablan.

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Por Mirna Navarrete

28 November 2017

Siempre me he preguntado qué entiende exactamente el FMLN cuando habla de “neoliberalismo”. Si nos basamos en lo que dicen los documentos históricos del partido de gobierno, o si nos atenemos a las cosas que afirman sus dirigentes o aquellos a quienes (siendo generosos) podríamos considerar “teóricos” de su plataforma ideológica, lo que se califica de “modelo neoliberal” es una mezcla de medidas inconexas que ningún liberal coherente se atrevería a defender.

Como he explicado en otras columnas, ya el término mismo de “neoliberal” es inaceptable, porque no existe ninguna escuela o corriente seria dentro del liberalismo que postule nuevos principios o que, en su defecto, exija aplicarlos de una manera absolutamente iconoclasta. Además, paradójicamente, las aplicaciones de los principios liberales están en permanente experimentación y contrastación, por lo que el liberalismo está obligándose a ser “nuevo” en la práctica todo el tiempo, cuidándose, por lo mismo, de imponer recetarios o de articular consensos metodológicos inapelables.

Cuando he pedido información sobre algún pensador de trayectoria dentro del liberalismo que se autoproclame “neoliberal”, la invariable respuesta ha sido el silencio. Entonces se me asegura que lo importante no es quién se llama “neoliberal” a sí mismo, sino qué medidas o políticas promueve para, por ejemplo, reducir el tamaño del Estado, privatizar servicios públicos o darle protagonismo a las fuerzas del mercado. Pero si pregunto qué características específicas hacen “nuevos” a esos postulados, el silencio reaparece o se desvía el debate. La experiencia es en verdad penosa.

El FMLN, con casi nueve años de ser gobierno, ha querido justificarse ante sus seguidores diciendo que aún no consigue desmontar el “modelo neoliberal”. Este simplismo les resulta muy útil porque de alguna manera tienen que explicarle a los fanáticos su rotundo fracaso en el combate de la pobreza, la precariedad social y la inseguridad ciudadana. El libreto, por otra parte, es bien conocido. Inventarse un enemigo teórico duro de matar ha sido la estrategia a la que casi todo izquierdismo gobernante suele recurrir para disfrazar la propia incompetencia.

En su más reciente aniversario de fundación, el partido oficial publicó un documento titulado “Los gobiernos del FMLN no son neoliberales”. De este texto, plagado de inexactitudes y confusiones, extraemos la siguiente perla retórica: “Una cosa es no poder revertir lo hecho por ARENA y otra es darle continuidad a lo que hizo ese partido. Quien le da continuidad es neoliberal y quien aplica otra política no lo es”. Pero al escarbar en eso que el FMLN dejó de hacer para desligarse del “neoliberalismo”, aparte de las privatizaciones y la profundización del “carácter regresivo de la estructura tributaria”, el documento menciona los programas sociales. “Esas inversiones”, copio textualmente, “son contrarias al neoliberalismo que, en vez de invertir en educación, salud y otros servicios, plantea que los mismos se privaticen”.

Es curiosa esta afirmación, porque en ningún gobierno anterior a los del FMLN llegamos a tener semejante escasez de medicinas en la red pública de salud o mayor obsolescencia en la infraestructura educativa. Si por volumen y eficacia de la inversión estatal en estos servicios tuviéramos que calificar a un gobierno de “anti-neoliberal”, ARENA estaría en mejores condiciones de adjudicarse el apodo. Y el “neoliberalismo” del FMLN sería, por el contrario, escandaloso.

Pero no. El oficialismo pelea contra un fantasma teórico al llamar “neoliberal” a su principal adversario político, y en el mismo absurdo cae Nayib Bukele al tildar de “neoliberal” al partido que acaba de expulsarlo. Ni él ni sus antiguos camaradas entienden exactamente de qué hablan cuando afirman que luchan contra el “neoliberalismo”. Y ARENA, por su lado, tampoco ha sabido nunca cómo defenderse de esa pancarta reduccionista con que suelen estarle pegando.

Es evidente que la política nacional no ha sido pródiga en pensadores. Pero mucho más lamentable es que abunden “líderes” dando manotazos al aire cada vez que califican al contrincante. Así, de simplismo en simplismo, seguiremos alejándonos de la política seria.

*Escritor y columnista de El Diario de Hoy