Costumbres adoptadas

Las costumbres extranjeras que antes parecieran exóticas y foráneas, ahora hemos ido adoptando con mucha más facilidad. De igual manera, vivir nuestras costumbres y cultura en el extranjero permite que sean otros quienes las adopten.

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Por Mirna Navarrete

19 November 2017

La globalización, los avances tecnológicos y la creciente movilidad de personas a través de las fronteras permiten que, cada vez más, el mundo se nos vaya volviendo una aldea. Las costumbres extranjeras que antes parecieran exóticas y foráneas, ahora hemos ido adoptando con mucha más facilidad. De igual manera, vivir nuestras costumbres y cultura en el extranjero permite que sean otros quienes las adopten. En mis años en Washington DC, compañeros de estudios, amigos y “roommates” de diferentes etnias y nacionalidades han adoptado las pupusas dominicales como propias, celebrado el Día de la Cruz con independencia de su religión, cantado en español chapuceado las posadas en diciembre (“ehn aaal nahmbray dul ciey-loooou, oooohs peedo pou-sah-duuuuh”). Son tantos los salvadoreños en DC que el día que juega la Selecta, se ven más azules que grises en el metro, y la barra más popular del equipo de fútbol de la capital gringa, el DC United, es en español: “¡Vaaaamos, vamos United, esta noche tenemos que ganar!”.

De igual manera, cuando se vive en el extranjero, la asimilación cultural va lentamente cambiándolo a uno, volviendo propio lo ajeno. La asimilación cultural no se siente, y así como las olas que lamen la costa y la van cambiando de maneras imperceptibles pero permanentes, los años fuera vuelven familiar lo que antes era foráneo. Yo no crecí celebrando Thanksgiving, y era una costumbre . Y ahora, se ha vuelto la costumbre estadounidense que con más ilusión espero cada año, pues implica simplemente unirse en familia para dar gracias.

Y es que, incluso en el peor de los casos, nunca faltan motivos para dar gracias. En mi caso, porque las reuniones con la que llamo “mi familia en inglés” (la que tengo a pocas horas de Washington, porque la hermana de mi mamá tuvo hace muchos años el buen juicio de casarse con el estadounidense más simpático) hacen que la “casa” no se sienta lejos. Gracias porque, a pesar del creciente ambiente antiinmigrante que se empieza a respirar en el discurso político, he tenido la suerte y el privilegio de trabajar en una comunidad que le da la bienvenida a extraños como propios. Gracias porque estoy en una ciudad donde los salvadoreños son queridos, respetados y apreciados como miembros valiosos de la comunidad, con independencia de que el gobierno de Trump quiera mandar a muchos de regreso cancelando protecciones como el TPS o DACA. Y así, hay una letanía personal que crece cada día con más razones para mostrar agradecimiento.

Por eso considero que de todas las costumbres que en El Salvador vamos “importando” de Estados Unidos, Thanksgiving es quizás la mejor. Si vamos a hacer burucas encima de los televisores en rebaja en el “Black Friday”, lo mínimo es que copiemos la tradición completa e incluyamos la parte en la que, primero, damos gracias. Porque si bien mostrar agradecimiento es algo que deberíamos hacer todos los días (por la vida, por ejemplo, amanecer respirando en el lugar donde se matan más personas a diario estar vivo no es poco), dedicar una noche al año para unirnos con la gente que más queremos y dar gracias, con toda intencionalidad, por lo bueno, lo poco, lo difícil, y lo doloroso, no le cae mal a nadie.

*Lic. en Derecho de ESEN

con maestría en Políticas Públicas

de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg