La manipulación de la memoria histórica

La Guerra Civil Salvadoreña fue de lo más horrendo y es deber de todos los salvadoreños que jamás corra nuevamente la sangre siguiendo una ideología que solamente ha traído muerte.

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Por Elizabeth Castro

15 November 2017

La memoria histórica es un término relativamente reciente. Se le atribuye al historiador francés Pierre Nora. Es un concepto de carácter ideológico e historiográfico. Son esenciales en la memoria histórica los actos conmemorativos, fechas simbólicas batallas, leyes, nacimientos o muertes cuyos aniversarios se celebran.

Lamentablemente la memoria histórica es altamente manipulada y tergiversada por los partidos de corte izquierdista, presentándose como paladines y defensores de la democracia, aprovechándose que en muchas ocasiones hay carencia de un rigor científico histórico de los hechos. Es triste de como fatídicos sucesos en los que murieron personas inocentes sean retomados para intereses personales y políticos.

La relación entre memoria e historia no es inequívoca. Esta admite varias lecturas: la memoria implica una subjetivación del conocimiento y al hacerlo se corre el riesgo de manipularlo y contaminarlo ideológicamente a conveniencia. Antagónicamente la historia es concreta y determinante.

Recientemente en nuestro país se cumplieron veintiocho años de la ofensiva guerrillera denominada “hasta el tope”; fue el ataque de mayor envergadura realizado por la entonces guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Esta transcurrió desde el 11 de noviembre de 1989 hasta los primeros días de diciembre de ese año, en el marco de la Guerra Civil Salvadoreña.

Este acontecimiento fue un rotundo fracaso para el FMLN. Según testimonios de excomandantes, el objetivo era colapsar el Ejército y tomar el poder. Asimismo, los guerrilleros esperaban un alzamiento popular apoyándolos, el cual no dio resultado. En números se refleja también lo fallida que fue esta ofensiva. El Ministerio de Planificación, por su parte, estableció en 4,499 víctimas entre el 11 de noviembre y el 12 de diciembre, siendo las cifras mortales de 64 civiles, 428 efectivos de la Fuerza Armada y 1,526 del FMLN. Los daños económicos se estimaron en 597 millones de colones.

Sin embargo, en esta guerra fratricida los perdedores fueron muchos. Entre las consecuencias que dejó este pernicioso conflicto armado tenemos: un saldo de 75,000 muertos, en su mayoría civiles; si tenemos en cuenta que en la década de 1980 la población de El Salvador rondaba los 4.5 millones de habitantes, ello equivale a decir que casi el 2 % de la población perdió la vida en el conflicto bélico.

Decenas de miles de personas resultaron heridas físicamente como consecuencia de armas de fuego, explosiones, minas antipersonales, etc. Miles de ellas quedaron con mutilaciones que las incapacitaron de por vida. Muchas también resultaron con graves secuelas psicológicas, violaciones a las que fueron sometidas incontables mujeres y las torturas y vejaciones que padecieron otros tantos hombres. Numerosos niños quedaron huérfanos de padre, madre, o ambos.

Los daños materiales en infraestructura fueron enormes: cierres de muchas empresas extranjeras, la fuga de capital a otros países también fue severa, estancando la economía salvadoreña durante una década. El tejido social se fragmentó muchísimo, la migración de familias huyendo de la guerra, así como huérfanos que tuvieron que recurrir a la delincuencia para subsistir, son hoy en día flagelos que agobian a nuestro país.

Debemos ponerle un alto al engaño, a ese marxismo cultural que busca siempre engañar y salir como héroes de todas las situaciones en las que se ven involucrados, siempre buscan justificar su accionar anteponiendo sus convicciones ideológicas, queriendo validar sus horrendos crímenes. Ya lo decía el humanista francés Sebastián Castellion: “Matar a un hombre no será nunca defender una doctrina, será siempre matar a un hombre”. La Guerra Civil Salvadoreña fue de lo más horrendo y es deber de todos los salvadoreños que jamás corra nuevamente la sangre siguiendo una ideología que solamente ha traído muerte y miseria en los países que la adoptaron.

*Colaborador de El Diario de Hoy.

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