¿Por qué hay países ricos y países pobres?

Debemos fomentar “instituciones inclusivas” por medio de la creación de leyes que garanticen la prosperidad para quien quiera esforzarse, innovar y trabajar.

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Por Mirna Navarrete

12 November 2017

¿Por qué hay países que se hunden irremediablemente en la pobreza y el caos mientras que otros son pujantes y estables? Diversas hipótesis intentan brindar una respuesta. La “hipótesis geográfica” pretende explicar la desigualdad mundial a partir del hecho que los países más pobres se encuentran ubicados entre los trópicos de Cáncer y Capricornio: África, América Central y el sur de Asia. Según esta tesis, existe una tendencia en el carácter de las personas que habitan estas latitudes tropicales, que los predispone a la holgazanería, pobreza y falta de iniciativa empresarial.

No obstante que esta teoría está basada hechos empíricos, no explica por qué existió una importante diferencia de pobreza/riqueza cuando se dividieron las “dos Alemanias” o las “dos Coreas”, ambas pertenecientes a idénticos grupos étnicos y geográficos, siendo que las del lado comunista permanecieron en la más absoluta de las pobrezas, mientras que las administradas por gobiernos democráticos vivían en libertad, pujanza económica, desarrollo y riqueza. La simple geografía entonces, no es suficiente para explicar por qué un país es rico y otro pobre.

Otra hipótesis sostiene que lo determinante es “la cultura” sobre la que un país se ha desarrollado, es decir, el tipo de creencias, valores y ética que sus ciudadanos practican. Esta idea sostiene que los valores y la ética protestantes, que en esencia predican el “evangelio de la prosperidad” y el respeto a los derechos de propiedad, generan una base teológica, moral y ética que facilita la pujanza económica y el desarrollo, mientras que los países católicos viven una teología orientada a la exaltación de la pobreza como virtud, condenando la acumulación de capital como un pecado.

Esta tesis no sirve para explicar por qué países que no tuvieron una herencia ni protestante ni católica, como Japón, Taiwán o Singapur, y últimamente China, pudieron vencer la terrible pobreza en que vivían, para convertirse en potencias tecnológicas y económicas. Tampoco explica lo ocurrido en los “dos Nogales”: Nogales, Sonora, México, y Nogales, Arizona, Estados Unidos, que compartían -antes de ser dividida la ciudad por la frontera entre los dos países-, el mismo nivel de educación, idioma, creencias religiosas y cultura, pero ahora, la Nogales del Norte es próspera y segura, mientras que la del Sur es pobre y violenta. Si bien es cierto que la religión, cultura, ética, moral y valores de una población son relevantes para el desarrollo de un país, no son suficientes para explicar por sí solas el porqué de nuestra pobreza.

Otra tesis es la “ignorancia” de los gobernantes. Esta sostiene que lo que sucede con los países pobres es que simplemente “no saben cómo hacer riqueza”, postulando que cuando son dirigidos por tecnócratas y economistas, irremediablemente encuentran la senda que lleva al progreso y desarrollo.

Es cierto que Latinoamérica es y ha sido gobernada por presidentes sin ningún tipo de capacidad académica, lo cual se ha traducido en estrepitosos fracasos económicos y sociales, como sucede actualmente en Venezuela. Pero la realidad es que estos mismos países en diversas oportunidades también han sido administrados por graduados en universidades del Primer Mundo o con doctorados en economía, sin que pudieran vencer ni el subdesarrollo ni la pobreza. Tener un presidente con capacidad académica comprobada es deseable, pero haber sido gobernados por personas sin capacidad, por sí sola, tampoco explica nuestra endémica miseria.

Entonces ¿por qué somos pobres? La razón es que nuestras instituciones legales, políticas y económicas están organizadas de una forma ineficiente e indeseable, creadora de gobiernos de naturaleza extractiva para beneficio de las élites gobernantes y sus compadres, y en perjuicio de las mayorías. Un circulo vicioso que se repite de gobierno en gobierno, independiente a su signo ideológico.

¿Qué hacemos entonces? Debemos fomentar “instituciones inclusivas” por medio de la creación de leyes que garanticen la prosperidad para quien quiera esforzarse, innovar y trabajar; que provoquen el aumento de la clase media y la consecuente disminución de la pobreza; que estén orientadas al fomento de la actividad comercial y de la productividad; que procuren la protección del capital y la propiedad privada; que apuesten por la educación, innovación y desarrollo de la tecnología; que impulsen la liberalización de la burocracia, con impuestos fáciles de administrar, moderados y bien utilizados; que permitan acceso al crédito, con eliminación de barreras aduanales para la atracción de la inversión internacional y fomento de la nacional; con un gobierno eficiente y con fuerza suficiente para garantizar la salud, seguridad ciudadana y control territorial; con un órgano judicial que procure la aplicación de la ley a todos por igual y persiga y castigue la corrupción, venga de donde venga.

Nada impide que El Salvador puede convertirse en un país rico y próspero. La pregunta es: ¿estarán nuestros futuros gobernantes a la altura del reto de transformarlo en uno?

 

*Abogado, máster en leyes.

@MaxMojica