Lamentablemente nuestra cultura cívica deja mucho que desear. Con la excusa de que la política es sucia, “y no me involucro para no contaminarme”, prefieren dejar el poder en manos de quienes sí quieren componerse, y por eso estamos al borde de convertirnos en un estado fallido. El tradicional abstencionismo en pasadas elecciones demuestra una indiferencia ciudadana, que en estos momentos podría calificarse de traición.
Las elecciones de diputados y alcaldes de marzo 2018 serán decisivas para que El Salvador se levante de esta postración vergonzosa e inicie una nueva ruta hacia el desarrollo. Para muchos apáticos será una jornada electoral más, con iguales campañas plagadas de mentiras y falsas promesas, con millones gastados en propaganda, porque no se han dado cuenta de su trascendencia.
Los diputados que vamos a llevar a la futura Asamblea Legislativa deberán elegir a los magistrados de la Sala de lo Constitucional, que sustituirán a los valientes ciudadanos de reconocida trayectoria, que han demostrado su patriotismo defendiendo el estado de derecho. Elegir a las autoridades de la Corte de Cuentas que deberán controlar el manejo de recursos públicos, hasta la fecha realizado de manera bastante turbia. Por lo tanto, elegir diputados capaces, honrados y con alto sentido de la ética, depende de que la ciudadanía dé su voto a los más calificados.
Y hay que reconocer que el panorama no se vislumbra muy alentador, al revisar los nombres de algunos candidatos presentados por los partidos políticos. Caras nuevas, que solo en su casa conocen; otros veteranos que han desgastado por varios períodos la curul, y aunque no han emitido una sola opinión valiosa ni presentado un proyecto de ley digno de considerarse, defienden su puesto alegando experiencia. Y muchos que en gestión anterior han sido señalados por faltas de ética contratando familiares, o involucrados sentimentalmente con sus asesores, culpables de usar vehículos oficiales para uso familiar, de portar armas en el recinto legislativo, y muchos otros ejemplos lamentables.
Es de justicia que los ciudadanos conozcan quiénes son los que aspiran a formar la futura legislatura y qué méritos pueden alegar para pedir nuestro voto. Es una obligación de los partidos y una exigencia ciudadana, dar a conocer quiénes son esas personas, y qué méritos poseen para atreverse a aspirar a convertirse en los funcionarios que tendrán a su cargo la redacción y aprobación de importantes leyes.
Los partidos deberían publicar en los principales medios, la fotografía del candidato, su hoja de vida y su situación familiar, que nos permita conocer su preparación académica, los cargos desempeñados en el sector privado y los logros obtenidos, así como algunas propuestas que llevaría al pleno, si resulta electo. Ya es suficiente con ocho años de gobierno del FMLN, con ministros cuyo pobre desempeño ameritaría su destitución, y aunque tienen a su cargo carteras tan importantes como Educación, su curriculum se limita a haber sido alcalde de San Sebastián Salitrillo. Y punto.
El conocimiento de su situación familiar es un índice de su madurez emocional, ya que quien no ha tenido la capacidad de formar una familia estable, difícilmente pueda desempeñarse adecuadamente en el manejo de la cosa pública. Ya hemos tenido lamentables experiencias de funcionarios que han cometido delitos en estado de ebriedad, que le han faltado al respeto a las mujeres, y siguen tan campantes sin avergonzarse de un pasado que todos conocen.
Salvadoreños, en nuestras manos está exigir autoridades que cambien el rumbo del país, y eso lo lograremos eligiendo alcaldes y diputados dignos de la responsabilidad que pondremos en sus manos. Solo así, lograremos SACAR AL FRENTE DEL GOBIERNO.
*Columnista de El Diario de Hoy.