Sobre la libertad de expresión

Desafortunadamente, gran parte de nuestra población es adicta a las redes sociales y ni siquiera dan importancia a las noticias (verdaderas o tergiversadas) que allí se publican, sino que se interesan solo en los comentarios provocados por éstas.

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Por Elizabeth Castro

03 November 2017

La libertad de expresión es un derecho fundamental, pero no absoluto. Como todo en la vida, debe tener un marco dentro del cual se ejerza, una línea que marque hasta dónde se puede llegar, un punto a partir del cual deja de ser un derecho y se convierte en un abuso. Esto último es aplicable no solo a la libertad de expresión, sino a todos los derechos y todas las actividades que los seres humanos ejecutamos. Es decir, MI derecho llega hasta donde comienza TU derecho y ambos debemos respetar ese límite. Eso es, dicho sencillamente, el Estado de Derecho en el que todos desearíamos vivir.

Por el contrario, pareciera que lo más común actualmente es el irrespeto, el abuso, especialmente en lo referente a la libertad de expresión, posiblemente porque las redes sociales facilitan el anonimato que lleva no solo a una falta total de responsabilidad sobre nuestras propias acciones, sino que se convierte en la fuente de la más absoluta impunidad. Se falta con descaro a la verdad y a la moral, ya no digamos al más elemental decoro en el lenguaje. Y, por supuesto, todo esto contribuye grandemente a elevar el clima de violencia en el que vivimos.

Me gusta mucho la campaña institucional de CNN en español, en defensa de hacer un periodismo veraz (aunque, a mi criterio, no siempre lo cumplen). Muestran una manzana y nos explican que, aunque nos repitan mil veces que es una banana y que, incluso, llegásemos a creerlo, esa no es una banana, sino una manzana. Y me gusta mucho más la misión que se impuso a sí misma Christiane Amanpour, quien asegura que, como periodista, su deber es ser veraz, no imparcial.

En nuestro país tenemos comunicadores de esa categoría, de los que buscan la verdad y no tienen miedo a presentarla. Me pregunto: ¿nosotros, el público, apreciamos esa labor? ¿Educamos nuestro criterio para poder analizar todo lo que se publica? ¿O somos de los que nos creemos que la manzana es banana, solo porque muchos lo repiten?

Desafortunadamente, gran parte de nuestra población es adicta a las redes sociales y ni siquiera dan importancia a las noticias (verdaderas o tergiversadas) que allí se publican, sino que se interesan solo en los comentarios provocados por éstas, los que usualmente son crueles atentados contra la verdad, la moral y la decencia. Eso es nocivo y peligroso; una “manzana”, pero envenenada. Y pareciera que no hay manera de castigar esos desmanes.

Sin embargo, quienes manejan esas páginas en la red, pueden hacer mucho: pueden poner en práctica lo que algunos de ellos ya dicen: que se reservan el derecho de no publicar aquello que vaya en contra de los buenos principios.

Quienes escribimos en los medios tradicionales lo hacemos publicando nuestro nombre e, incluso, nuestra fotografía; somos responsables no solamente del contenido de nuestras palabras, sino también del alcance de lo que decimos y nunca se ha considerado que eso sea una limitación a la libertad de expresión. Todo lo contrario; me parece que esa es una manera indispensable para cuidar ese derecho, tan importante para la democracia. ¿Cuándo se exigirán y se aplicarán esas mismas medidas a quienes usan las redes sociales?

Este asunto debe analizarse como una contribución a la paz social, y debería legislarse con la mayor urgencia.

*Columnista de El Diario de Hoy.