Partidos indecentes

Los ciudadanos no nos podemos dar por vencidos en la lucha por un mejor país. No involucrarse, no ir a votar o comerse la papeleta no es opción si queremos que las cosas cambien.

descripción de la imagen

Por Mirna Navarrete

29 October 2017

Los partidos no quieren hacer política decentemente. Ello los está llevando a su decaimiento. No es algo bueno porque, quiérase o no, los partidos políticos son un medio importantísimo de representación de la ciudadanía dentro del manejo del Estado. Esa falta de voluntad de actuar decentemente se refleja en los casos de corrupción en que se ven involucrados, en la negativa de dar información sobre su financiamiento, en su indiferencia a resolver los problemas de la ciudadanía. Lo anterior ha impulsado la creación de movimientos y candidaturas independientes que buscan incursionar en el ámbito político del país.

En El Salvador ha habido varias experiencias de escisiones dentro de los partidos políticos, que ante la discrepancia de ideas, decisiones y acciones internas, han pretendido formar grupos de representación diferentes, aunque de ideología similar. Por ejemplo, de la separación de Facundo Guardado del FMLN surgió el Partido Movimiento Renovador; de igual manera, con la salida de Joaquín Villalobos del mismo partido surgió el Partido Demócrata, idea que fue retomada en los últimos años como Partido Social Demócrata por Jorge Meléndez, también disidente del FMLN. De la separación de Gloria Salguero Gross de ARENA surgió el Partido Popular Republicano. Ninguno de estas separaciones alcanzó el desarrollo político que pretendían.

Y aunque la historia no les haya favorecido mucho, es probable que la creciente desconfianza en los partidos tradicionales les brinde a los movimientos que ahora se pretende crear (los que se conocen hasta ahora son los de Johnny Wright y Nayib Bukele) una oportunidad de desarrollarse en el espectro político salvadoreño. Todo dependerá de la calidad de sus propuestas y la habilidad de canalizar constructivamente la apatía y el descontento ciudadano.

Los nuevos movimientos políticos que surjan deben tener claro que el solo rechazo a los partidos políticos tradicionales no es motivo para endosarles un apoyo a ciegas. Con el simple repudio a la forma tradicional de hacer política no ganamos nada, eso no resuelve problemas ni nos da una guía de un plan creíble a seguir. No busquen que la gente reproduzca un mensaje que no conocen o que no existe; si quieren tener el apoyo de la sociedad es urgente que su organización vaya más allá de replicar descontento, concretando programas que involucren a la ciudadanía, presenten propuestas y respuestas concretas a los problemas.

Abrir nuevos espacios de expresión y representación política es sano para la democracia. Si a los partidos políticos tradicionales no les gusta, estos deberían enfocarse en hacer mejor su trabajo y no en cerrar las puertas mediante leyes que obstaculizan la competencia política. Recuerden que esta necesidad de renovación ha surgido de las malas experiencias que nos han dejado ARENA, FMLN y el resto de partidos desde la firma de los Acuerdos de Paz. No han sabido convertirse en una opción política viable, con la que la gente se identifique o sienta deseo de pertenecer.

En un país con tantos problemas y necesidades, la participación de la mayor cantidad de personas en la construcción de respuestas es más que necesaria. Los partidos políticos, si quieren mantenerse dentro del ámbito político y recuperar la confianza perdida, deberían renovar sus formas de dirigencia, aumentar la participación en la toma de decisiones y trabajar desde adentro para que sus simpatizantes no tengan que ver hacia otros lados por la decepción que sienten al ver las estructuras arcaicas en que se han convertido.

A pesar del descontento y decepción que la política trae, los ciudadanos no nos podemos dar por vencidos en la lucha por un mejor país. No involucrarse, no ir a votar o comerse la papeleta no es opción si queremos que las cosas cambien. Aunque cueste, hay que explorar y analizar detenidamente las opciones que se nos presenten en las próximas elecciones y votar por los candidatos que de verdad presenten propuestas y no solo palabrería.

No ir a votar o anular el voto lo único que hace es entregarle la decisión al voto duro de cada partido, a ese grupo de personas que muchas veces no piensa y actúa por inercia; o al otro grupo del voto duro, el que tiene un interés específico y no el bienestar común. Sacar adelante a este país no es tarea solo de los partidos políticos. Nos toca involucrarnos a todos.

 

*Columnista de El Diario de Hoy.