El vivo

Para sacar adelante a nuestra querida Patria, todos debemos despojarnos de ese vivo que en menor o mayor medida llevamos dentro. Empecemos por cumplir los deberes ciudadanos y no solo exigir nuestros supuestos derechos.

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Por Elizabeth Castro

27 October 2017

Los salvadoreños nos jactamos de ser vivos, a tal punto que no es raro escuchar a un compatriota decir que un nacional de un país desarrollado es pasmado, acusándole generalmente de carecer de la viveza necesaria para romper las reglas del juego o en violar la ley. Es decir, la lógica de ese argumento es que los vivos somos los que estamos estancados en el Tercer Mundo y los dundos son los que han llevado sus países a nivel de potencia mundial. Vaya, ¡qué vivos somos!

Al típico vivo salvadoreño lo podemos encontrar en la calle en horas de alto tráfico, se distingue fácilmente por ser aquel que hace doble fila donde solo hay un carril, generalmente es el mismo que tapa las boca calle o redondeles, a pesar que él o ella no podrá avanzar, pero claro, un verdadero vivo nunca desperdicia la oportunidad de ayudar a generar más caos en las ya sobrepasadas arterias de la capital. Los motociclistas y conductores de autobús sobresalen en este sentido, siendo los niños símbolo de la viveza al volante.

También existe otro tipo de viveza, la cual la demuestran con total galantería múltiples talleres informales, pupuserías, tapicerías, comercio informal, ventas de comida, frutas y verduras, entre otros.

Este vivo usurpa la acera para establecer en ella su negocio, en detrimento de los transeúntes que deben buscar alternativas para poder movilizarse. Es decir, los que pagamos impuestos municipales les financiamos el espacio para que establezcan su negocio; a cambio recibimos basura y desechos en las cunetas, espacios insalubres que ponen en riesgo la seguridad del que transita a pie. Esta de más decir que este vivo en su vida ha pagado un centavo de impuestos, pero le toca pagar la mal llamada renta a los terroristas y estar a merced de estos.

Existe el vivo evasor, que no da factura, o que tiene en la planilla de la empresa hasta el personal de limpieza de su casa. Generalmente se les escucha decir que para qué pagar impuestos si de todos modos se los roban, es decir, para que no se los roben otros mejor se los roban ellos.

El político corrupto está en una categoría aparte; su viveza es tal que por cambiar de status social de forma acelerada y sin mayor esfuerzo, está dispuesto a vivir una vida de zozobra, a merced de los arreglos políticos que puedan o no parar una investigación en su contra. Imagínese usted tener que exiliarse o permanecer tras la rejas producto de su viveza. ¿Qué se sentirá tener que esconderse de la sociedad que un día lo admiró? ¿Cómo se sentirán sus hijos al escuchar los señalamientos o ver los juicios iniciar?

Para sacar adelante a nuestra querida Patria, todos debemos despojarnos de ese vivo que en menor o mayor medida llevamos dentro. Empecemos por cumplir los deberes ciudadanos y no solo exigir nuestros supuestos derechos. Acatemos y denunciemos a aquel que no acata la ley, pidamos factura en todo establecimiento, y abstengámonos de comprarle a aquel que no la da. Manejemos con prudencia y respeto hacia los demás, no empujemos al vecino en el bus. No defendamos al político corrupto, solo porque este es del partido de nuestra preferencia. Podemos ser la generación que transforme el país, si así lo decidimos.

*Colaborador de El Diario de Hoy.

@jpelsalvador