Las lecciones no aprendidas de Venezuela

En El Salvador tenemos que entender cómo es que este divisionismo emerge en circunstancias como las de Venezuela y El Salvador, en donde una minoría quiere imponer una tiranía sobre una mayoría que no la quiere.

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Por Mirna Navarrete

26 October 2017

El repudio del pueblo venezolano al régimen del Socialismo del Siglo XXI ha sido demostrado muchas veces, tanto en las urnas como en las calles. Las razones por las que el pueblo se ha volteado contra los socialistas del Siglo XXI son obvias: con sus políticas tiránicas, ellos le han quitado a los venezolanos la libertad, la justicia, la seguridad, los bienestares materiales y hasta la comida. Siendo un país increíblemente rico en recursos naturales, la pobreza lo está asolando de tal manera que mucha gente no tiene qué comer, o para lograr comer tiene que dedicar su día entero a hacer colas enormes para conseguir alimentos. Más aún, la Constitución vigente les otorga a los opositores el poder de quitar al presidente Maduro con un referéndum revocatorio, que la oposición trató de volver realidad pero que Maduro frustró con la pura fuerza bruta. Es decir, como dicen los marxistas, las condiciones subjetivas y objetivas para que haya un cambio de régimen están dadas. Sin embargo, el socialismo del Siglo XXI sigue reinando en Venezuela, y cada vez con más fuerza.

Sin duda que el gobierno se ha mantenido en el poder en gran parte por su decisión de no acatar la Constitución ni las leyes, apoyado por el abuso de la violencia. El irrespeto a las instituciones y a la vida humana, la bravuconería y las balas mismas han jugado un papel clave en la tragedia venezolana. Pero los socialistas del Siglo XXI no hubieran podido hacer esto sin el divisionismo en la derecha.

Tanto Chávez como Maduro han sido extremadamente hábiles en saber poner trampas para dividir a la oposición democrática, que cayó muchas veces en dichas trampas, fragmentándose de tal manera que le entregó el poder a los socialistas del Siglo XXI. Ahora, el poder de éstos es formidable y Venezuela está en la peor situación que haya jamás estado algún país latinoamericano con la excepción de Cuba. No se ve que pueda salir de este problema y quitarse de encima a los que los oprimen, a pesar de que la mayor parte de ellos quisiera verlos saliendo del poder. Llegaron a esta situación por su divisionismo, y ahora se están dividiendo otra vez, en medio de una crisis de la que muy probablemente no van a salir.

En El Salvador tenemos que entender cómo es que este divisionismo emerge en circunstancias como las de Venezuela y El Salvador, en donde una minoría quiere imponer una tiranía sobre una mayoría que no la quiere. Hay dos lecciones que hay que aprender. Primero, que la amenaza de dividir es un arma que algunos líderes políticos usan para imponerse sobre sus rivales dentro del mismo partido político o dentro de la misma orientación ideológica. Es un chantaje. “Si no soy yo el que mando, hago que perdamos todos”. No fortalece en la lucha contra el verdadero enemigo, sólo debilita.

Segundo, que el divisionismo es un arma asimétrica. Es naturalmente útil al que siente que va a perder, que dice “si pierdo, divido al partido”. El que siente que va a ganar no tiene nada que ganar y, al contrario, sólo tiene qué perder si el partido se divide. El daño que se le haría a ARENA si esto pasa sería terrible: se le regalaría el gobierno al FMLN.

Es una posición destructiva. No importaría si la toma una sola persona. Lo que es trágico es cuando otros la siguen y realmente dividen al partido. Los que se sientan inclinados a tomar esta posición en medio de luchas interpartidarias deben recordar que si amenazan con hacerlo, o lo hacen, están poniendo en peligro al país entero, que puede perder la única oportunidad de regresar a la democracia que podemos tener en el futuro. Se estarían prestando al juego de un narcisismo terrible que dice “mejor nos hacemos comunistas que un rival mío llegue a la presidencia”. La diferencia para el país entre los candidatos de ARENA está lejísimos de la diferencia entre cualquiera de ellos y el FMLN. Poner en riesgo el país de esta manera sería terrible e inexcusable.

 

*Master en Economia

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.