La lotería del candidato salvadoreño

La manera de hacer campaña para cualquier puesto de elección popular se ha vuelto tan estereotipada y poco original, que uno hasta podría jugar una suerte de lotería solamente usando las fotos que los candidatos se toman.

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Por Mirna Navarrete

22 October 2017

A ver, a ver: hagamos un recorrido por la memoria folclórica. Si usted creció en El Salvador, o por lo menos ha estado en el país con cierta permanencia, no le serán ajenos nuestros juegos de lotería, entretenimiento tan típico de nuestra tierra. En específico la de Atiquizaya, que se ha hecho merecedora de hasta tributos musicales (por parte de la Orquesta Óscar Tovar, por ejemplo: vaya búsquela en YouTube y disfrute) por la originalidad con la que sus maestros de ceremonia cantan las bolas que van saliendo: la araña, la dama, el catrín, el sol “cachetes de gringo”, el pájaro, el venado y demás.

La manera de hacer campaña para cualquier puesto de elección popular se ha vuelto tan estereotipada y poco original, que uno hasta podría jugar una suerte de lotería solamente usando las fotos que los candidatos se toman cuando andan “recorriendo el territorio.” Por supuesto, las redes sociales han exacerbado el “postureo”, palabra que usan los españoles para describir la falta de autenticidad que viene de alguien claramente actuando de cierta manera para la foto. Ahora la ubicuidad de fotos disponibles de los candidatos haciendo campaña solo han venido a demostrar que el postureo lo practican todos, toditos; del partido político que sean se encuentran suficientes ejemplos para formar un cartoncito de lotería.

Las categorías infaltables que podrían cantarse en la lotería del candidato salvadoreño incluyen: el candidato o candidata bailando música nacional (aunque en su vida hayan movido la cadera), el candidato o candidata echando pupusas (aunque jamás se hayan llenado los dedos de masa antes de la foto), el candidato o la candidata posando con un cántaro (aunque siempre le haya caído agua en chorro residencial y eso de acarrear agua le sea más foráneo que la ética a los empleados gubernamentales en viajes oficiales inútiles). La categoría más populosa será quizás aquella del candidato o la candidata brindando obsequios a las multitudes. En esta categoría hay que darle algo de mérito a la creatividad, puesto que cada temporada electoral encontramos a alguien que supera lo jamás antes visto en lo que a regalos se refiere: si los ventiladores del diputado Bonner Jiménez no eran poco, la candidata Milena Mayorga lo superó regalando 150 anteojos pregraduados. La suerte en este caso no era tanto ser de los beneficiados, sino más bien que la graduación de casualidad le pegara a las necesidades visuales de los, más bien, desafortunados beneficiados.

Por supuesto que ni Jiménez ni Mayorga están conquistando tierra nueva en esto del populismo material con el que se explota a los votantes necesitados en el país. Simplemente, son poco originales y siguen el libro de estrategias de cientos antes que ellos, que aprovechando las necesidades materiales de las que padece gran parte de la población, aterrizan en territorios que desconocen por completo y pretenden, sin hacer la tarea difícil de conocer realmente las necesidades de la gente hablando con líderes comunitarios y analizar desde el punto de vista de las políticas públicas qué realmente pueden contribuir con su candidatura, ganarse corazones y votos a punta de condescendencias. Por que al final del día, eso es lo que son las poses fotográficas de los candidatos en temporada de elección: condescendencia pura hacia nuestra gente, asumiendo que con una canasta básica, un huacal colorido, una pupusa que echen en una pupusería a la que antes de eso nunca fueron en su vida, no hará falta hacer propuestas serias, de las que resuelven los problemas que continuarán cuando el ventilador y los lentes ya no sirvan para nada.

*Lic. en Derecho de ESEN

con maestría en Políticas Públicas

de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg