Las buenas ideas de cada uno

Los salvadoreños hemos olvidado que el sentido de una lucha política debería ser mejorar la vida de todos. Todos, sin importar ideología política, credo, orientación sexual, nivel económico, etc.

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Por Mirna Navarrete

22 October 2017

En El Salvador abunda el pensamiento poco fundamentado que se basa en “si no estás conmigo, estás contra mí”; algo como que “el enemigo de tu enemigo es tu amigo” o “si haces críticas al FMLN es porque sos de ARENA” (y viceversa). Hemos rebajado tanto la calidad del debate o el valor que le damos a las relaciones interpersonales que tendemos a descalificar a alguien solo porque no es o piensa igual que nosotros; nos encanta polarizar y negar las razones del prójimo porque es rico, pobre, de derecha, de izquierda, hombre, mujer, o cualquier tipo de categorización que nos separe en dos.

El resquebrajamiento de la sociedad salvadoreña lo vemos en el día a día. El odio y la intolerancia se respira en las calles; basta con ver el conductor que le echa el carro al peatón porque lleva prisa, el vecino que hace lo imposible por incomodar a los demás solo porque sí; se ve en las peleas entre hinchas de distintos equipos de fútbol y los insultos en redes sociales a quien se atreve a emitir su opinión. El problema se agrava cuando hablamos de política; cada quien tiene su opinión y en ocasiones tiende a considerarse como inequívoca e incuestionable.

Los salvadoreños hemos olvidado que el sentido de una lucha política debería ser mejorar la vida de todos. Todos, sin importar ideología política, credo, orientación sexual, nivel económico etc. En una república todos tenemos derechos y es deber del Estado buscar un equilibrio para que todos puedan ser garantizados en la mayor medida posible. Pero aquí no le damos a cada persona el valor que merece y, en su lugar, si no estamos de acuerdo con sus ideas lo que hacemos es descalificarlo y anularlo.

En redes sociales abundan las desacreditaciones, por un lado, a las personas que son de izquierda solo porque son de izquierda, sin ponerse a pensar que esta persona probablemente tenga argumentos sólidos (y razón) cuando habla de corregir desigualdades, falta de equidad, necesidad de invertir adecuadamente en programas sociales, entre otros temas. Y, por el otro lado, a las personas que son de derecha tienden a desacreditarlas solo porque son de derecha, sin tener en cuenta que las ideas de desarrollo económico, eficiencia en el uso de los recursos, inversión, disminución de gasto innecesario, entre otras, son medidas urgentes si queremos salir del bache económico.

Al leer o escuchar una crítica a una persona o partido, no tiene lógica inferir automáticamente que el autor es defensor del bando contrario. No se trata de establecer de qué lado estamos a ciegas, sino de ofrecer ideas claras y sólidas de por qué se está de acuerdo con uno u otro; además, de retomar la mejor opción para resolver un problema y no la que le conviene a un sector específico.

No conocí a Armando Calderón Sol, pero Rubén Zamora hizo referencia a él como un hombre conciliador y lo llamó “mi buen amigo” en una columna de opinión publicada en el periódico digital El Faro; Fabio Castillo lo catalogó como el mejor presidente que ha tenido El Salvador. No conocí a Hato Hasbún, pero diversos líderes de derecha y diplomáticos reconocieron su capacidad de dialogo y formar acuerdos.

En los dos casos anteriores, el legado de dos personas con ideologías muy distintas es la capacidad y, sobre todo, la voluntad de escuchar las ideas del adversario para lograr consensos políticos. Los méritos y reconocimientos que se les atribuyen fueron producto de su capacidad de escuchar.

Siempre he creído que a este país le falta empatía y reconocimiento al valor de las demás personas en todos los niveles, desde la política hasta la convivencia diaria. Muchos de los problemas actuales de El Salvador radican en la incapacidad del Gobierno y la oposición de sentarse a dialogar. Ambas partes han distorsionado el concepto de diálogo a la idea de aceptación simple y llana de sus propias opciones, dejando a un lado cualquier opinión que el otro tenga que emitir.

En política, nos hemos olvidado de que antes que adversarios en pensamientos somos seres humanos iguales que buscamos un mejor país. La posibilidad de lograr acuerdos pasa por darle el valor que merece a la opinión del otro, aunque no estemos de acuerdo con sus ideas.

 

*Columnista de El Diario de Hoy.