A media asta

“Armando podrá haberse equivocado en algunas de sus decisiones políticas, pero como persona siempre fue decente y respetuoso, incluso con quienes se le oponían”.

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Por Mirna Navarrete

20 October 2017

Durante tres días la Bandera Nacional ondeó a media asta en señal de duelo. Los encargados, si lo hicieron bien, debieron izar la Bandera hasta el tope del mástil y luego arriarla hasta dejar el espacio suficiente para que, por encima de ella, pudiese ondear “la invisible bandera de la muerte”. Este es uno de los ceremoniales mediante los cuales las naciones comunican una tragedia o pérdida de importancia para sus ciudadanos. En este caso, la temprana muerte del Dr. Armando Calderón Sol, ex- Presidente Constitucional de la República.

El Dr. Calderón Sol llegó a la Presidencia como conviene llegar: a) habiendo ganado experiencia previa y suficiente en otras instancias de la gestión pública (diputado y alcalde) para conocer de primera mano lo qué hacer y cómo hacerlo; condición imprescindible para ser eficaz; b) habiendo identificado en esos previos desempeños a personas calificadas que, conociendo los tejes y manejes de la política nacional, estuvieran dispuestas a colaborar eficientemente con su gestión y c) como establece la constitución, siendo miembro y habiendo trabajado en un partido político con cuyos valores y principios se identificó, lo que le ayudó a conformar su equipo para gobernar.

Más importante, Armando Calderón salió de la Presidencia como nos gustaría que salieran (como deberemos aprender a exigir que salgan) todos los que hasta allí lleguen: con la frente en alto como caminan las personas que ni la temen ni la deben, con un patrimonio familiar que no levante dudas acerca de su honrada procedencia; con proba experiencia en la gestión democrática desde el Ejecutivo y habiendo realizado obras de importancia para el desarrollo nacional. Cinco años en ese puesto le debe aportar a quien desde allí nos sirva, una visión de país más amplia que la de un hombre de partido, más elevada y más incluyente que la de cualquiera de los demás ciudadanos. Una visión y una vivencia que puedan poner luego al servicio de la nación como altos consejeros.

Las entrevistas que, con motivo de su deceso, se realizaron a figuras de la política nacional fueron reveladoras. Todos, incluso sus adversarios políticos, coincidieron en la personalidad franca y liderazgo ejecutivo del presidente Calderón Sol. Algunos llegaron a calificarlo como el mejor de la historia moderna de El Salvador. Alguien que lo conoció muy de cerca comentó: “Armando podrá haberse equivocado en algunas de sus decisiones políticas, pero como persona siempre fue decente y respetuoso, incluso con quienes se le oponían”.

El gran legado del presidente Calderón Sol para la política nacional: ser la persona que fue, y serlo siempre. Con ello, y seguramente sin buscarlo, estableció parámetros realistas de las cualidades que deben buscar los partidos políticos en un candidato a la presidencia: una persona con valores propios y genuina sensibilidad social; con desarrollada inteligencia emocional y olfato político; de personalidad estable y sana; franco, decente, gentil y respetuoso de las personas, incluso si profesaren preferencias políticas opuestas a las propias; que no busque llegar al poder para servirse de él, con sentido de nación y de familia. En eso destacó la pareja presidencial de Armando y Elizabeth, en otro rasgo que fue reconocido por los entrevistados. Baste decir que, al día de hoy, funcionarias y trabajadores de la ex “Secretaría de la Familia”, a la pareja presidencial que más extrañan por la calidez humana y la sensación de familia que irradiaban es a la conformada por él y doña Eli, quien supo ser, en su momento, una muy digna y activa Primera Dama, y en todo momento, su amada esposa e indeclinable apoyo.

No conocí al Dr. Calderón Sol tanto como me habría gustado, pero sus compañeros de colegio que lo conocieron mucho antes que se convirtiera en figura señera de la política nacional, esos sí que lo conocieron bien. Ellos, “los entrañables amigos”, publicaron una esquela que me resultó interesante. Por razón de la época en la que fueron educados, Armando perteneció a esa generación de hombres a quienes les es difícil mostrar sentimientos de ternura y delicadeza, hombres que difícilmente llorarán o se mostrarán débiles ¡y menos en público! La peculiar esquela decía simplemente: “Fue un privilegio gozar de tu alegría y hermandad. Nos harás mucha falta”.

Por todo lo que fue e hizo, parece que les hará mucha falta no sólo a ellos, sino a todo un país. Ojalá los partidos políticos aprendieran el legado de Armando: elijan bien a sus candidatos, ustedes son los únicos y verdaderos responsables de los gobiernos que tenemos.

*Psicólogo

y colaborador de El Diario de Hoy.