La tragedia rusa

El costo que Rusia pagó por esa revolución fue terrible, incluyendo 20 millones de muertos, asesinados no en la revolución misma, sino en la imposición del sistema comunista sobre la población, que tuvo lugar en los siguientes 20 años.

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Por Mirna Navarrete

19 October 2017

El 7 de noviembre hará 100 años de la revolución que estableció el régimen comunista en Rusia. Los rusos la llamaron como la Revolución de Octubre porque ellos todavía usaban el calendario juliano, que marcaba el 25 de octubre cuando en el resto del mundo, que ya tenía más de tres siglos de estar en el gregoriano, era el 7 de noviembre.

Los Bolcheviques no destronaron al Zar en esta revolución. El Zar había caído en febrero (juliano) que era marzo (gregoriano). Rusia, aliada de Gran Bretaña, Francia y luego Estados Unidos, había estado en guerra con Alemania y Austria desde agosto de 1914, en la Primera Guerra Mundial. Rusia, un país atrasado con una industria apenas naciente, estaba llevándose la peor parte. Además de sufrir grandes derrotas en los campos de batalla, el esfuerzo económico de enfrentar a una potencia industrial del calibre de Alemania era demasiado para el país, que sufría de escaseces de todo, desde armas y municiones hasta comida y vestuario para enfrentar sus crudos inviernos. En enero y febrero de 1917 grandes manifestaciones en Petrogrado (San Petersburgo), grandes huelgas y numerosas deserciones del ejército culminaron en la abdicación del Zar, que entregó el poder a un gobierno formado en el parlamento (la Duma).

La idea era formar un nuevo régimen constitucional en Rusia. La Duma formó un gobierno provisional y se comprometió a formar una asamblea constituyente para crear dicho régimen. Pero al mismo tiempo, como manifestación del caos en el que había caído Rusia, tres partidos socialistas, de los cuales los Bolcheviques eran el más pequeño, había formado un gobierno paralelo, llamado el Soviet de Petrogrado, que pretendía gobernar al país entero.

Los alemanes vieron en este caos una oportunidad de sacar a Rusia de la guerra y se acercaron a Lenin, que estaba exilado en Suiza y le ofrecieron un trato. Ellos iban a llevarlo a Rusia y le iban a ayudar monetariamente para que hiciera la revolución que él quería hacer. El pago que Lenin les haría a los alemanes quedó claro hasta cerca de un año después. Los alemanes llevaron a Lenin en un tren sellado que atravesó Alemania y luego Suecia y Finlandia hasta llegar a Rusia. Lenin hizo su Revolución Bolchevique en octubre, desalojando al gobierno democrático que estaba a punto de comenzar las discusiones de la constitución. Luego, en el tratado de Brest-Litovsk de marzo 1918, Rusia hizo la paz con Alemania y le cedió a ésta 750,000 kilómetros cuadrados, 26 por ciento de su población, 37 por ciento de sus cosechas, 70 por ciento de su industria y el 75 por ciento de sus minas de carbón y hierro. Rusia pagó un precio carísimo por la ayuda que Alemania le había dado a Lenin para que tomara el poder.

La guerra terminó en noviembre de 1918 y en la Paz de Versalles Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, que no querían una Alemania tan grande, forzaron a ésta a que le devolviera a Rusia lo que Lenin le había dado.

Pero el costo que Rusia pagó por esa revolución fue terrible, incluyendo 20 millones de muertos, asesinados no en la revolución misma sino en la imposición del sistema comunista sobre la población, que tuvo lugar en los siguientes 20 años. Muchas más víctimas sufrieron prisión en Siberia y terribles privaciones. Si la revolución no se hubiera dado, Rusia hubiera entrado en un régimen democrático, constitucionalista. Pero se dio y eso cambió su historia y la del mundo.

En su novela “Todo fluye”, un clásico novelista ruso de la época, Vasily Grossman, escribió un resumen de la tragedia que vivió Rusia en esos años: “En febrero de 1917, el sendero de la libertad estaba directamente enfrente de Rusia. Y Rusia escogió a Lenin. El destrozo que Lenin causó en la vida rusa fue completo. Lenin destruyó el patrón de vida dominado por los nobles terratenientes; él destruyó a los dueños de las fábricas y a los mercaderes. Pero Lenin mismo era esclavo de historia rusa y preservó la conexión entre el progreso y la esclavitud que ha sido la maldición de Rusia”.

No hay que perder la democracia, porque si se pierde, son generaciones las que se necesitan para recuperarla.

*Máster en Economía

Northwestern University.

Columnista de

El Diario de Hoy.