Fiasco a la vista

Bukele no ganará la Presidencia si corre por ella, pero le restará apoyos al oficialismo en mayor proporción de los que quitará a las fuerzas opositoras.

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Por Mirna Navarrete

17 October 2017

Ahora que el FMLN se deshizo de su “Funes 2.0”, algunos han llegado a creer que la popularidad del alcalde capitalino podría motivar el surgimiento de una tercera fuerza que rompa por fin esa tediosa bipolaridad política que sufrimos en El Salvador. No hay razones de peso, sin embargo, para que tal cosa ocurra. Ni la historia electoral del país ni la idiosincrasia de los votantes salvadoreños permiten inferir que la nueva aventura del señor Bukele tendrá éxito. Nada excepcional vemos en la personalidad mesiánica de este “líder” ni en las credenciales morales de quienes le acompañan, para que se pueda afirmar, con seriedad, que la apuesta tercerista del alcalde tendrá un fin distinto al que tuvo, en su momento, aquel finado movimiento de Unidad.

Un año y medio antes que Tony Saca oficializara su candidatura presidencial por Unidad, este servidor predijo que no llegaría a la segunda vuelta electoral. Pese a las muecas de escepticismo que la afirmación provocó en aquellos que veían a Saca como una alternativa potable —recordemos que algunas encuestas llegaron a señalar un virtual “triple empate” entre el expresidente y los aspirantes del FMLN y ARENA—, los resultados de 2014 demostraron que la hipótesis del desinfle de Unidad era correcta.

¿Por qué era relativamente fácil pronosticar la suerte electoral de Saca como tercerista? Porque no había razones válidas para pensar lo contrario. Su candidatura estaba lejos de representar novedad alguna; quienes formaban su “equipo” de campaña eran unos impresentables; su mensaje político, como opción entre dos polos ideológicos contrapuestos, estaba cargado de falacias, desmesuras y ambigüedades… En una palabra, el aspirante de Unidad carecía de sustancia.

Y pese a la subestimación que a veces se hace de la capacidad analítica del electorado salvadoreño, la falta de sustancia es uno de los defectos que mejor sabe identificar el votante urbano de clase media (que también en 2019 será, por cierto, el que defina al Presidente de la República). A este segmento poblacional, sobre todo luego del fiasco de Mauricio Funes, los mensajes electorales huérfanos de principios claros y de concreciones prácticas ya no le seducen. Ahora suele verlos con creciente desconfianza.

Para que el señor Bukele acariciara la Presidencia tendría que conquistar al menos a una tercera parte de la clase media urbana, y eso como complemento necesario del voto duro que hasta hace un par de semanas le ofrecía el FMLN. Pero ahora, sin la disciplina partidaria que es muy útil en estos casos, el alcalde tendría cuesta arriba hasta su reelección en San Salvador, ya no digamos la silla presidencial.

Por supuesto que se vendrá una avalancha de cuentas anónimas en redes sociales inflando las posibilidades electorales del señor Bukele, pero eso no terminará traduciéndose en votos efectivos por mucho que él mismo lo crea. Tampoco es realista esperar a demasiadas figuras respetables queriendo acompañar en su “misión redentora” al impredecible muchacho. Alguien que comete tantos errores infantiles en menos de treinta días no posee las características necesarias para ser el líder que el país necesita.

Ahora bien, el FMLN sí debe estar muy atento a la sobrevaloración que su más reciente expulsado tiene entre los votantes, digamos, más emocionales. Bukele no ganará la Presidencia si corre por ella, pero le restará apoyos al oficialismo en mayor proporción de los que quitará a las fuerzas opositoras. El peso electoral del alcalde se medirá por el nivel de daño que ocasione al Frente, por encima del valor específico que su candidatura genere en el electorado.

Es evidente, por otra parte, que también ARENA puede echar por la borda sus propias aspiraciones de reconquista del Ejecutivo si maneja con torpeza sus diferencias internas y crea cismas innecesarios. Sin embargo, tal como están las cosas hasta este día, la versión criolla del episodio homérico de “la manzana de la discordia” bien podría marcar el inicio del proceso que aleje al FMLN de un nuevo periodo presidencial.

 

*Escritor y columnista

de El Diario de Hoy