“Se te fue la juventud”

Me desanima ver a tantos jóvenes viejos, repitiendo slogans políticos de antaño, con la desidia de un desahuciado esperando que sean otros los que hagan, los que mejoren, los que cambien todo aquello en su entorno que les molesta o incomoda.

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Por Mirna Navarrete

15 October 2017

Uno de los chistes formulaicos que circulan en el internet --también conocidos como memes-- es aquel de “se te fue la juventud cuando…”, que menciona claros indicadores de que los años más potables han ido quedando atrás. Por supuesto, es diferente para cada generación. Pero fuera del chiste, realmente hay momentos que ensartan ese recordatorio pedante como daga al orgullo, como por ejemplo que el otro día, oyendo radio en el tráfico, el disc jokey -- algún puberto sin escrúpulo alguno, sin duda -- incluyó en una lista “del recuerdo” las canciones con las que yo crecí, las de Britney Spears, los Backstreet Boys, N’Sync y demás. Y me tuve que reír, pues en mi cabeza las canciones que irían en una lista “del recuerdo” son más bien las de ABBA, la Pequeña Compañía, Pimpinela y Pandora. Y con eso, las que se indignarían serían mis hermanas mayores, puesto que la lista sería diferente para ellas.

Y si la música no es suficiente recordatorio, la evolución del lenguaje lo es, y de manera arrolladora. Nada me recuerda con más claridad que estoy más cerca de los cuarenta que de los dieciséis que tener una conversación con mi sobrina de 16 y preguntarle sobre su vida social y la de sus coetáneos. Resulta que hoy en día y bajo el sol que nos alumbra, la gente ya no “amarra” cuando quiere comenzar una relación romántica. Ahora la gente “se trae”. Ni siquiera intenté encontrarle sentido gramatical al asunto o preguntar qué objeto, si objeto alguno existe, es lo que “se trae” la gente, asumiendo que la frase completa es “se traen algo” y que ese algo es de carácter romántico. Claramente, sería alguien con verdadero dominio de los nuevos términos la verdadera autoridad en descifrar el nuevo curioso léxico y no yo.

Sin embargo, pese a los recordatorios del inexorable paso del tiempo, fuera de ser un indicador generacional y de contextos culturales, la edad es un mal indicador de la juventud. He conocido viejos jóvenes y jóvenes achacosos y cascarrabias. Tanto de lo que define la vejez es cansancio, apatía, desinterés por otras cosas que no sean los rituales ordinarios de la supervivencia personal -- se reduce a veces tanto el círculo de lo que al individuo le importa que en esa existencia, socialmente les comenzamos a aceptar a nuestros viejitos sus “mañas” sin cuestionamiento alguno. Sin embargo, impresiona ver gente con más mañas que años. Es, en ese sentido, un mejor indicador de la juventud espiritual, más que los años o la música, la curiosidad intelectual, las ganas de reír, las sonrisas fáciles.

Se va volviendo viejo por dentro aquel al que le dejan de importar los demás y le deja de alegrar la felicidad ajena. Se entumecen las articulaciones emocionales y cerebrales cuando el mundo de lo que nos importa se reduce tanto, ¡tantísimo! que deja de importar la situación del país o las circunstancias de los más desfavorecidos. Por ilustrar con un ejemplo, uno de los “viejos” más jóvenes que conozco se llama Paolo Lüers y difícilmente llegará a viejo, porque dentro de su círculo de las cosas que le importan cabe tanto: una buena cerveza, un buen debate político, mantenerse en la vanguardia de las conversaciones en las redes sociales y saberlas manejar mucho más hábilmente que tanta gente de su generación, escribir sin parar, siendo una de las plumas más prolíficas del país, continuar interesado en entablar amistades intergeneracionales, viajar. De manera opuesta, me desanima ver a tantos jóvenes viejos, repitiendo slogans políticos de antaño, con la desidia de un desahuciado esperando que sean otros los que hagan, los que mejoren, los que cambien todo aquello en su entorno que les molesta o incomoda. A mí la edad no me asusta: cada año cumplido lo celebro con orgullo y si solo de mí dependiera, quisiera continuar haciéndolo por unas siete décadas más. ¡Pero qué miedo me daría volverme vieja!

*Lic. en Derecho de ESEN

con maestría en Políticas Públicas

de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg