La izquierda salvadoreña en crisis

Ninguno de estos dos bandos de la izquierda es capaz de ver la viga que tienen en el ojo, ya que ni las acciones del FMLN ni las del alcalde han aportado nada al desarrollo democrático del país.

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Por Mirna Navarrete

15 October 2017

Las últimas semanas hemos vivido una historia digna de ser hecha telenovela política. El alcalde de San Salvador, quien en algún momento fue considerado parte de la renovación del FMLN, fue expulsado del partido a raíz de un incidente de maltrato a la síndica municipal. El estira y encoge de Nayib Bukele con su expartido no es nada nuevo y cada quien reparte la culpa de la ruptura de acuerdo a sus intereses o simpatías.

Ninguno de estos dos bandos de la izquierda es capaz de ver la viga que tienen en el ojo, ya que ni las acciones del FMLN ni las del alcalde han aportado nada al desarrollo democrático del país. Ambas partes distan de ser los estadistas que manifiestan en su retórica, ni representan a una izquierda verdaderamente preocupada por la reivindicación de los derechos sociales, la disminución de la desigualdad y la justicia social.

El FMLN se presenta antes sus simpatizantes como los verdaderos representantes del pueblo que sufre las desigualdades de la sociedad, que lucha contra el capitalismo por sus derechos. Pero no han pasado de ser el partido verticalista y autoritario que no permite ningún tipo de crítica y disidencia a su trabajo. El FMLN niega cualquier posibilidad de autocrítica que permita separarse de lo que tanto ha criticado desde los Acuerdos de Paz.

Quizá el peor fallo que ha tenido el FMLN como estructura es la incapacidad de la militancia de enfrentar, criticar y exigir a la cúpula que se comporte a la medida de las necesidades del país, sino que se han mantenido pasivos ante una cúpula ensimismada en defender los intereses de sus pocos miembros. Las personas que dan su voto de confianza a un partido político son los primeros obligados a exigirles cuentas a sus dirigentes, pero pareciera que la militancia de la izquierda se conforma con recibir indicaciones sobre cómo pensar y asistencialismos mínimos con el afán de mantenerlos dependientes del partido.

Por su parte, el alcalde Nayib Bukele ha dado muestras de ser igual a lo que reprocha, una persona intolerante a la crítica y poco democrático, lo cual se refleja en su enfrentamiento continuo hacía todo aquel que no le aplaude sus acciones; el alcalde es alguien quien no reconoce el valor de la pluralidad de medios de comunicación, no entiende que aunque no comulguen con sus ideas tienen derecho a expresarse y existir.

Además, basta ver las apariciones públicas y sus conflictos en redes sociales para darnos cuenta que Nayib Bukele es una persona de carácter explosivo, narcisista, quien vive en la burbuja creada por publicaciones a la medida; cualquiera puede aplaudir y maravillarse con una foto de algunos sectores de la capital, pero nadie le toma foto al día a día del caos en que se ha convertido San Salvador. Una personalidad con estas características se aleja mucho del líder democrático que dice ser; en El Salvador no necesitamos la reencarnación del expresidente Funes, quien tanto colaboró en el esparcimiento de odio en la sociedad.

Está claro que el FMLN se quería deshacer de Nayib Bukele y aprovechó la mínima oportunidad para hacerlo; nadie dijo nada de las acusaciones de nepotismo al interior de la Alcaldía de San Salvador, ni los cuestionados contratos realizados durante su gestión. Tienen en sus filas a funcionarios señalados por enriquecimiento ilícito, corrupción, nexos con el narcotráfico, entre otras, a quienes defienden públicamente; a estas personas en ningún momento se ha insinuado llevarlos ante el Tribunal de Ética del partido. Y también está claro que Nayib Bukele únicamente quiso aprovecharse del caudal político del partido.

A todos los ciudadanos nos debería interesar la existencia de partidos políticos fuertes, transparentes y democráticos, los cuales agrupen a personas que reflejen dotes de estadistas. Eso no pasa ni con el FMLN ni con el alcalde Nayib Bukele. La única tranquilidad del FMLN es que si ellos lo están haciendo mal, la oposición no está haciendo nada para ser mínimamente superior. Es hora de que nos preocupemos por dignificar la política partidaria (de cualquier ideología) y elevar su perfil, exigiéndoles que se preocupen por los asuntos del país, ofrezcan soluciones bien estructuradas y trabajen por implementarlas de la mejor manera. Lo demás es puro show político.

*Columnista de El Diario de Hoy.