La esperanza es lo último que se pierde, ¿será?

Una inquebrantable fe, una profunda esperanza y un carácter de lucha y trabajo sin duda alguna son los pivotes para tener la seguridad de que tendremos un mejor El Salvador, donde las familias puedan ser un nido de alegría y gozo.

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Por Elizabeth Castro

14 October 2017

En las últimas semanas el país ha sido golpeado por hechos que pareciera que no tienen mayor relevancia; sin embargo, tocan el corazón de los salvadoreños. Y no me refiero a los males casi endémicos de la violencia y la inseguridad, así como la falta de oportunidades para encontrar un trabajo que permita tener los suficientes ingresos para tener una vida digna en familia. Me refiero a que el expresidente Armando Calderón Sol perdió la batalla contra el cáncer. Murió un hombre bueno, un hombre de servicio público, un hombre de familia, un hombre de convicciones que, sin dejar de lado sus puntos de vista, su forma de ver el mundo, siempre estuvo cerca de unos y otros.

Las honras fúnebres de Calderón Sol reunieron a moros y cristianos, incluso sus oponentes políticos, quienes tuvieron una palabra positiva de este hombre bueno, diputado, alcalde, presidente, hombre de familia, un amigo.

Los otros dos casos que han impactado la opinión pública son más fútiles e insignificantes, pero no por eso deben dejar de citarse: uno tiene que ver con el desaparecimiento y luego aparecimiento de una menor que, en pocas palabras, se fugó con el novio. El otro es la expulsión de Nayib Bukele del FMLN, entre otras cosas, acusado de dividir el partido y de irrespetar a una mujer.

No me interesa analizar la ruptura de Nayib y el FMLN, mucho menos los intereses del actual alcalde capitalino; tampoco si realmente irrespetó a una mujer miembro del concejo capitalino. Simplemente traigo el tema porque, se quiera o no, guste o no, es y sigue siendo conversación de los salvadoreños que ahora han conocido a este político, no por su relación física sino porque ha sabido usar la web y las redes sociales para hacerse presente en la vida política.

A partir de estos hechos y teniendo en cuenta con visión de nación, me pregunto: ¿cómo podemos ver hacia el futuro y ver en positivo nuestro El Salvador?

No es sencillo responder y no sé si podamos hacerlo; sin embargo, hay tres cuestiones, que nos pueden apalancar para encontrar el camino que nos lleve, no solo a responder estas interrogantes, sino a construir un mero país.

Uno, la fe, la fe inquebrantable de un pueblo que no solo puede enfrentar las adversidades propias del momento y abatirse por lo difícil de las situaciones, pero que sabe que puede salir adelante... y puede solventar las dificultades porque es profundamente religioso, y no porque sea o no practicante, sino porque está ligado con la Divinidad, con el Dios hacedor de la historia que le mueve hacia adelante.

No sé si el salvadoreño común y corriente puede elaborar en un discurso o en una explicación esta dimensión pero que le mueve, le mueve, como el primer motor que planteaba el viejo Aristóteles. Es por eso que cualquier salvadoreño sabe sortear el momento difícil.

Dos, la esperanza profunda en que todo mañana será mejor; no sé si esto es falsa esperanza, ilusión engañosa, un utopía o sueño del mañana... no sé, lo cierto es que así como el padre de familia, por el 20 de cada mes tiene que hacer piruetas para que el sueldo le llegue al fin de mes y que su familia pueda comer al menos dos tiempos y que no lo saquen del cuarto ni de la escuela, así mismo el país sabe que tarde o temprano la violencia e inseguridad tendrá un fin y el futuro será mejor, con más oportunidades que le permita a cada trabajador vivir con decencia y cierta holgura junto a su familia.

Por muy difícil que está situación, la esperanza en un mañana mejor no se pierde.

Y tres, la capacidad de trabajado, esfuerzo y lucha por salir adelante; a primera hora de la mañana a última hora de la noche, el salvadoreño está laborando y laborando duro, porque sabe que es la única manera de solventar las dificultades... no importa qué y cómo debe hacerlo, lo importante es sacar la tarea. Por eso indigna y se enoja el salvadoreño común cuando se entera de que sus políticos, incluso los supuestamente más cercanos a sus intereses, se corrompen cuando llega al poder... por eso no le gustan los políticos, porque suelen vivir bien y cómodamente sin tener que trabajar.

Una inquebrantable fe, una profunda esperanza y un carácter de lucha y trabajo sin duda alguna son los pivotes para tener la seguridad de que tendremos un mejor El Salvador, donde las familias puedan ser un nido de alegría y gozo, alimentadas por la labor de un padre que trabaja duro pero de corazón ama a sus hijos tanto como a su Patria… como dicen, la esperanza es lo último que se pierde.

* Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com